Los ultras ¿la vergüenza del fútbol?

Los ultras: una lacra que debemos exterminar del fútbol

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Hoy es el gran día de Paula. Ha soñado con este momento en numerosas ocasiones. Su padre ha estado ahorrando para llevar a su hija por primera vez a La Catedral del fútbol. La pequeña, de 9 años, vive a dos horas de Bilbao. Ya tienen las entradas de lo que será una noche histórica; quizás no para el Athletic de Bilbao, pero sí para Paula. A las 18:00 de la tarde, Paula y su padre aparcan y se dirigen a los aledaños del estadio. De repente, gritos de los que se desconoce su fuente alertan a la pareja.

Al doblar el ala este del estadio, se encuentran un panorama desolador. Un enorme cordón policial a duras penas se sostiene; mientras se resguarda de la lluvia de botellas, sillas o bengalas, a través de sus escudos. La bolsa de requisas deja entrever objetos punzantes en su interior, tales como navajas, hebillas o cuchillas. El sueño se convierte en pesadilla. Paula y su padre logran entrar al estadio, no sin antes cruzar dos charcos de sangre. “Papi, ¿por qué se están peleando?”

Inocencio Arias García no podrá responder esa pregunta, ni volver a ver a sus hijos. El ertzaina de 50 años murió en los altercados que se produjeron en la previa del partido entre el Athletic de Bilbao y el Spartak de Moscú. La muerte del policía vasco no es la primera pérdida que sucede cuando entran en acción estos individuos conocidos como ultras; ni será la última. El pasado 15 de marzo, un ultra del Olympique de Marsella atacó a un agente de seguridad clavándole la hebilla de su cinturón en el cuello. Afortunadamente, no corrió la misma “suerte” que el anterior ertzaina.

Los ultras del Marsella lanzaron bengalas hacia un sector en el que estaban situados numerosos aficionados del equipo vasco. Una de las bengalas, según un aficionado entrevistado, cayó en la cabeza de una niña que seguía el transcurso del partido. El incidente se saldó con una brecha y con una experiencia que la niña no olvidará. La chica pudo ser Paula. Pudo ser tu hija. Pudiste ser tú.

En teoría, los ultras son grupos organizados de aficionados que apoyan a un club, principalmente de fútbol. En la práctica, son una auténtica lacra y vergüenza para el deporte. Admito que se me hace complicado escribir un artículo sobre estos miserables sin soltar sapos y culebras. Tienen muchos nombres (tifosi, barras bravas, hooligans, entre otros) pero el sentimiento de repugnancia que nos hacen sentir a los verdaderos aficionados es el mismo en Italia, Argentina o Inglaterra. En España tenemos casos recientes de estos “aficionados” como la batalla campal entre el Frente Atlético y Riazor Blues, que acabó con la muerte de Jimmy.

Pongámonos en la piel de un ultra por un día. Te gastas dinero, mínimo, en el desplazamiento al lugar donde juegue tu equipo. Te emborrachas, te llevas tu navaja al campo y a liarla. Puedes meterte una bengala por el ano con tal de lanzarla después y armar el caos. Es un auténtico despropósito. Como buen escritor y redactor, intento empatizar y averiguar que causas o motivos te llevan a involucrarte en una situación como esta. Quizás sea la sensación de sentir que tienes un grupo detrás, que difícilmente te detendrán porque los policías no tendrán tiempo de bajar el escudo y sacar las esposas. No logro entenderlo.

Estamos en un punto álgido en el que 1 de cada 4 noticias relacionadas con el fútbol no tiene que ver con los partidos en sí. Situaciones como las mencionadas anteriormente se añaden a otras muy populares recientemente. En la Liga Griega, el presidente del PAOK bajó al césped a protestar al árbitro con una pistola. Dos semanas antes, Óscar García, el entrenador del Olympiacos, recibió un golpe en la cara con un rollo de papel de una máquina registradora lanzado desde la grada. Estos incidentes han obligado a suspender la Liga Griega. En Inglaterra, seguidores del West Ham entraron al campo a agredir a sus propios jugadores, tras la derrota ante el Burnley. Paralelamente al partido entre los franceses y el Athletic de Bilbao, ocurrieron incidentes entre los ultras del CSKA de Moscú y Olympique de Lyon, dos clubes cuyos ultras son reincidentes en Europa.

Una p*ta locura.

La UEFA debe actuar. En numerosas ocasiones, estos grupos se desplazan en masa, en autocares a los que no se les pone ningún tipo de restricción. Prohibir el desplazamiento de ultras reincidentes en una opción; prohibir la entrada de estos a los estadios debe ser una obligación. Los exhaustivos controles de seguridad han demostrado no ser suficientes y, además, peligrosos para los agentes de seguridad. Estos se juegan la vida para lograr que el partido se practique con normalidad, en un esfuerzo titánico (e inútil).

No estoy a favor de que se descalifique a equipos de las competiciones por los disturbios que pueda provocar su afición; pero sí coincido en la necesidad de concienciar a tu propia afición con unas normas y unos valores de los que muchos clubes prescinden de intentar aplicar. Los equipos deben ser más firmes a la hora de mostrar sus valores y de aplicar castigos a su afición. Este mecanismo de control, junto con la intervención del máximo organismo del fútbol europeo, debe ser indispensable para mitigar los disturbios ocasionados por los ultras. Y para acabar con esta lacra del fútbol.

Como aficionado al fútbol, siento que estos individuos manchan el nombre del deporte y dejan la verdadera competición en un segundo plano. No queremos oír más noticias de “aficiones” que crean disturbios. No queremos oír como Inocencio pierde la vida. Ni él ni nadie. Queremos oír que los pequeños, como Paula, disfrutan de su primera vez en un campo de fútbol. Disfrutan del verdadero sentimiento que produce el deporte. Que oigan gritos y que esta vez sí puedan identificar su fuente. Y que se unan al resto de la multitud. Al unísono. Celebrando el gol que les dé la victoria.

@daniluque16

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