¿Ser cesado o presentar la dimisión?

Baraja se encuentra ante lo que sería una difícil tesitura para cualquier entrenador, menos para un cobarde como él.

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El cese es la manera más clara de contrastar el fracaso de un profesional en su puesto. La dimisión por otro lado es la muestra honrada de reconocer que no puedes realizar correctamente tu trabajo. El poco respeto a los valores y la historia del club por parte del vallisoletano no se merecen una salida digna por medio de la dimisión. Rubén Baraja debe ser cesado. Sin más.

Porque el entrenador actual del Sporting debería perder su condición. Cuanto antes mejor. No puede hacer creer a la afición en su mensaje y parece que es incapaz de sacarles rendimiento a sus jugadores. No hay ningún ningún motivo para hacer más larga esta agonía que se viene sufriendo desde el día que acabo la temporada pasada, si no antes. Ya entonces había quedado clara la poca cintura y el paupérrimo fútbol que plantea este entrenador.

El único motivo aparente para que Rubén Baraja siga siendo entrenador del Sporting es la aversión que puede tener Miguel Torrecilla a reconocer por segunda vez que se ha equivocado estrepitosamente. Ésta con el agravante de que esta vez el entrenador esta sentenciado con menos de dos meses de competición realizados y con criticas recurrentes desde hace semanas.

Si Rubén Baraja tuviera respeto por la entidad en la que está y por su masa social hubiera dimitido. Tras el partido, en la sala de prensa, demuestra una vez más lo mediocre que es como entrenador. Pero además ha demostrado ser un cobarde. Porque por desgracia no lo es sólo en su ideario de fútbol sobre el césped. Lo es también por echar balones fuera en su decisión de no permitir subir a Diego Mariño en el último córner del partido de ayer para después negar eso en la rueda de prensa cuando el propio guardameta declara que desde el banquillo no le dejan incorporarse al remate.

En determinadas situaciones hay que ser valiente y afrontar la realidad. En este caso la realidad es que su incapacidad es manifiesta. Y, nuevamente por desgracia, volvió a escudarse en que la prensa o la afición quieren crear un incendio.

Instalados en la mediocridad

Sin embargo, el indigno y triste entrenador rojiblanco no es la causa de los males si no su consecuencia. Una entidad que hace menos de tres años remontó un partido al Atlético de Madrid (primera vez en esa liga que les sucedía a los colchoneros) ha sido derrotada de manera justa por el Rayo Majadahonda en el estadio prestado del Atlético. Una situación simplemente patética.

Este club quemará a todo el que pase por aquí mientras sea conducido por gestores que se vanaglorian de jugar en Segunda contra Las Palmas y no tener que ir a Ipurúa. Encontramos mediocres y pusilánimes en prácticamente todos los estamentos del club. Así que a los sportinguistas no nos queda mas que resignarnos y afilar el cuchillo para el siguiente que venga hasta que nos toque otro milagro como fue Manolo Preciado o Abelardo. Esperemos que llegue y podamos disfrutar aunque sea un poco, lo seguro es que Rubén Baraja no lo es.

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