Andrés, Lolo y la ilusionante visita azulina

Lolo Guerrero demostró su grandeza visitando a un aficionado isleño de avanzada edad en su propio domicilio

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Andrés es un aficionado azulino de toda la vida. A sus casi 88 años sigue manteniendo la misma ilusión por el equipo de fútbol de su ciudad que en aquellos maravillosos años pasados cuando podía disfrutar de los partidos en directo en el Viejo Madariaga, muy cerquita curiosamente de su propia casa.

Hoy, aunque no puede acudir al estadio a ver al equipo de sus amores, la radio y sus hijos le llevan toda la actualidad azulina que el propio Andrés reclama insistentemente para estar al día de todo lo que ocurre alrededor de su club.

Por ello y como se aproximaba su fecha de cumpleaños, uno de sus hijos, a los que inculcó desde pequeñitos el cariño por todo lo azulino, pensó que nada le haría más ilusión de que en ese día recibiera una felicitación por mensaje telefónico o de cualquier otra manera de algún integrante del cuerpo técnico o plantilla isleña.

Mientras pensaba de qué manera podía hacer llegar esa petición al club el azar le ayudó en uno de sus paseos por la isla. Caminando por el centro de la ciudad se topó con uno de los jugadores a los que el propio Andrés más admira, Lolo Guerrero. Ni corto ni perezoso se dirigió al futbolista, se presentó y le hizo conocedor de sus deseos y su petición para su padre.

Lolo le oyó atentamente y su respuesta no se hizo esperar. “Cuando quieras le hago una visita y charlamos de lo que más le gusta, el San Fernando CD”

Llegó el día señalado para que se produjera dicha visita y Andrés que no se esperaba tal sorpresa se encontró de pronto con el defensa azulino en el salón de su casa. Nada le podía provocar más ilusión que un representante, ¡y que representante!, del plantel azulino se interesase por él y poder conversar directamente con uno de los jugadores que más admiración le provoca dentro del plantel azulino.

El jugador incluso le obsequió con una camiseta firmada por toda la plantilla y un póster con su imagen. Después de más de una hora de charla con incontables anécdotas del pasado y presente azulino y coincidir ambos en sus deseos para el club, Lolo se marchó y a Andrés se le escapó alguna que otra lágrima por la emoción y momentos vividos.

Andrés ese día fue mucho más feliz y Lolo más grande aún. Si ya sabíamos que lo era dentro del campo, a todos nos demostró su grandeza fuera de él. ¡Chapeau, Señor Guerrero!

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