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Todos contra Guardiola

A días de disputarse la ida de los octavos de final de la Liga de Campeones que enfrentará al Real Madrid y al Manchester City en el Santiago Bernabéu, un nombre es que el que copa portadas, enfoca tertulias y se discute en debates. Sus adeptos, pero también sus detractores, lo están esperando. Pep Guardiola.

Desde que Guardiola debutara como entrenador de élite en la ya lejana temporada 2008/2009, su impresionante palmarés, con 28 trofeos hasta la fecha; sus inigualables marcas, con un ratio de 2,8 títulos y un 72% de victorias por temporada; y su fidelidad a una filosofía y a un estilo de juego a los que catapultó hasta la excelencia, le valieron al técnico de Sampedor para ser catalogado por muchos como el mejor entrenador de fútbol no solo del momento sino de la historia.

Pese a todo, a medida que sus éxitos crecían, amparados por un irrefutable palmarés pero también y sobre todo por el mejor juego desplegado jamás en un campo de fútbol, sus opositores y críticos también lo hacían. Antibarcelonistas, resultadistas, enemigos del Guardiola personaje -y ajenos al Guardiola entrenador- y demás críticos y rivales del cruyffismo y del guardiolismo por razones ideológicas o de afinidad, comenzaban a enarbolar una bandera que aún hoy perdura y bajo la cual se siguen refugiando. Aguardan su momento. Una posible derrota en octavos de final de la Liga de Campeones, frente a un Real Madrid que tan solo ha sido eliminado en Champions una vez en las últimas cuatro temporadas, y que tildarían de estrepitoso fracaso, sería la cucharada de miel con la que relamerse y a partir de la cual comenzar su enésima campaña de acoso y derribo contra uno de los mejores entrenadores de todos los tiempos.

En Barcelona tenía a Messi, Xavi e Iniesta

Catorce títulos en cuatro temporadas. Único equipo de la historia en lograr el Sextete. Un 2-6 y un 5-0 frente al eterno rival. Una filosofía pilotada a su clímax. Pero sobre todo, la excelencia plasmada sobre el tapete. Un cuadro de van Gogh, un preludio de Chopin, un verso de Machado en cada partido durante cuatro años y en tres competiciones a la vez. Siempre peleó todas hasta el final. Nadie jugó mejor que ellos. Nadie apunta a igualarlo. Ni siquiera a acercarse. Pero no parece suficiente. Hay quien todavía lo cuestiona. Para los críticos, en Barcelona no ganó Guardiola pese a que todos lo recuerden como el Barcelona DE Guardiola. Para los críticos, en Barcelona ganaron Messi, Xavi, Iniesta y compañía. La labor de Guardiola, era secundaria.

Pocos recuerdan -mejor dicho, quieren recordar- que Messi, Xavi e Iniesta ya existían antes de la llegada de Guardiola. Ya eran a todos los efectos jugadores del primer equipo desde años antes. La temporada previa a la llegada de Guardiola, con Frank Rijkaard en el banquillo, eran jugadores indiscutibles en el equipo. No ganaron ni Copa ni Champions. Quedaron a dieciocho puntos del triunfo en Liga. Le hicieron el pasillo al Real Madrid en el Bernabéu para después ponerles la alfombra y recibir un doloroso 4 a 1. Messi, Xavi e Iniesta existían pero no dominaban antes de Guardiola. Tras su llegada por supuesto siguieron existiendo, para, además, comenzar a dominar.

Messi, de quien la gran mayoría ya auguraba un futuro tan prodigioso como él deseara, encadenaba lesión tras lesión. En 2008 acabó por explotar. Dejó de lesionarse. Marcó 38 goles en una sola temporada. En las cuatro anteriores había marcado 42. Dejó el extremo porque Pep le obligó a incrustarse entre los centrales. Messi como falso 9 debutó en el Bernabéu. El partido acabó 2-6 y Messi hizo dos goles. No sé si se acuerdan. Ya no solo era el mejor extremo del mundo, en ese momento empezó a ser también el mejor futbolista total del mundo. Años después lo sería ya de la historia. Xavi Hernández tenía las maletas preparadas. La Eurocopa de 2008 y, sobre todo, las palabras de Guardiola, hicieron que cambiara súbitamente de idea. En sus primeros años sembró dudas en el Nou Camp. Guardiola le dio las llaves del estilo. No defraudó. El mejor futbolista español de la historia comenzaba a dictar cátedra. Algo parecido le pasó a Iniesta. Ni siquiera tenía posición fija con Rijkaard. Guardiola lo reconvirtió a un interior con capacidad organizativa, lo coronó como el mejor y más fiel posible escudero para Xavi Hernández cuando el manchego no era, dese su debut, sino un extremo izquierdo que solía ser utilizado como revulsivo de lujo.

Sergio Busquets y Pedro Rodríguez. Semidesconocidos. El primero, tres veces convocado con las categorías inferiores de la selección; el segundo jamás llamó la atención de los seleccionadores. Pep los rescató del cuarto escalón del fútbol español. Apostó por ellos. Los convirtió en indiscutibles. Lo tildaron de loco. En dos años estaban en Sudáfrica, levantando una Copa del Mundo.

Messi sin Guardiola no habría ganado lo que ganó con él. La idea viceversa también parece irrefutable. Aplicable a Xavi. Aplicable a Iniesta. El entrenador idóneo para los jugadores idóneos en el momento y lugar idóneos. Si falta una pieza, el puzle se vuelve infactible. Si falta un cimiento, el edificio se viene abajo. Guardiola utilizó y sobre todo potenció el ecosistema del que disponía en el vestuario. Simbiosis mutualista por definición. No ganó Guardiola. Tampoco lo hicieron los jugadores. Pero sí que fue Guardiola quien llegó después. Sí que fue Guardiola quien lo cambió todo. Y sí que fue Guardiola el encargado de conducir, a algunos de los mejores futbolistas de la historia, al mayor de los éxitos.

En Múnich la Bundesliga la ganaba cualquiera

Cuando el Bayern de Múnich firmó a Pep Guardiola, lo hacía con un objetivo bien claro: prolongar en el tiempo el dominio absoluto de un equipo con el que Jupp Heynckes había logrado el triplete en la temporada 2012/2013. No lo logró. Tres ligas, dos copas y ningún título continental, su bagaje una vez empacó sus maletas rumbo a las islas británicas. Pero con la tranquilidad del trabajo bien hecho. De haber adaptado a una plantilla a un estilo de juego reconocible. De haber transformado y potenciado a algunos de los jugadores de los que disponía: Lahm, Kimmich, Alaba.

Tres títulos de liga dominados de principio a fin frente al Borussia de Dortmund de Jürgen Klopp primero y de Thomas Tuchel después. Diecinueve, diez y diez puntos de ventaja frente al segundo clasificado en cada una de las tres temporadas. En la primera de ellas, se proclamó campeón a falta de siete jornadas para el final. Récord histórico en el país germano. Un dominio indiscutible y manifiesto en una de las consideradas entre las cuatro grandes ligas del viejo continente. Ancelotti mantuvo ese dominio en su primera temporada, pero fue despedido al septiembre siguiente. Niko Kovač, la campaña pasada, no logró el título hasta la última jornada. A día de hoy, el Bayern, ya sin un técnico croata que también fue despedido, lidera la tabla con tan solo un punto de ventaja.

Y la Champions. Eliminado en el penúltimo obstáculo tras alcanzar las semifinales con paso militar a lo largo del torneo en las tres temporadas. Desde entonces, el Bayern de Múnich tan solo volvió a semifinales en una sola ocasión. El Real Madrid fue su primer verdugo en una eliminatoria decidida por la voracidad de Cristiano Ronaldo y sobre la que Guardiola reconocería más tarde que se equivocó en el planteamiento. Messi sentenció la eliminatoria en los últimos minutos del partido de ida al año siguiente. El Atlético, encomendado a un manual de resistencia quasi imposible de repetir, le apartó del camino en su última temporada.

Subrayado en su currículum como motivo suficiente para tildar de fracaso su labor en Baviera. Pero llamar fracaso al hecho de ser devorado por el mayor depredador de la competición, al hecho de mantener una eliminatoria abierta hasta que el genio frotó la lámpara o al hecho de someter a un rival que realizó uno de los mayores actos de resistencia de la historia de la Copa de Europa, y, en general, al hecho de juzgar tres años de trabajo en base a 540’; quizá, y solo quizá, sea demasiado atrevido.

En Manchester gasta mucho dinero

Pep Guardiola firmó por el Manchester City con el encargo expreso de convertir el deseo del jeque emiratí en una realidad. De consolidar por fin al equipo skyblue en la élite del panorama inglés primero y continental después.

Tardó en conseguirlo. Llegar y besar el Santo es más refrán que realidad. En su primera temporada no ganó ni un solo trofeo. Eliminado en octavos de final de Champions frente al Mónaco y tercero en Premier, a nada más y nada menos que quince puntos del campeón, el Chelsea de Antonio Conte. Sufrió para adaptar su modelo de orquesta sinfónica a una liga en la que manda el rock n’ roll. Le costó dominar los partidos desde el centro del campo en una sociedad futbolística formada por y para el kick and rush. Adaptó para ello a una plantilla en la que en verano de 2016 llegaron ocho futbolistas y salieron trece. El siguiente curso lo harían seis y diez de manera respectiva. Los primeros frutos comenzaban a visualizarse en su segundo verano en las Islas.

En su segunda temporada ganó la Liga y la Copa de la Liga. Un equipo basado en un juego de posición organizado por centrocampistas pequeños comenzaba a dominar en la liga de los defensas corpulentos y los delanteros rápidos y potentes. La posesión triunfaba en el país en el que dicen que para ganar basta con dominar en ambas áreas. El Manchester City de la temporada 2017/2018 fue el mejor equipo de la historia del fútbol en Inglaterra. Mayor número de puntos (100). Mayor distancia de puntos respecto del segundo -el Manchester United de Mourinho- (19). Más goles (106) y mayor diferencia de goles (+79). Más victorias totales (32). Título logrado con mayor antelación (5 jornadas).

La temporada siguiente no solo repitió sino que superó la gesta. Logró los tres títulos ingleses que se disputan: Premier League, FA Cup y League Cup -4, si añadimos la Community Shield obtenida en verano-. Nadie antes lo había logrado jamás. El Manchester City de Pep Guardiola se convertía en el primer equipo inglés de la historia en lograr los tres campeonatos en la misma temporada. Llevó la carrera por la liga a los 98 puntos, la segunda puntuación más alta de la historia de la Premier y dejó en la cuneta a un Liverpool de Klopp que tan solo perdió un partido -precisamente contra el City- en toda la temporada.

Desacreditado entonces por un elevado gasto en fichajes. Acusado de comprar sus títulos a base de derrochar petrodólares. Títulos, récords y buen juego tapados bajo el tan pobre como endeble argumento de los billetes persas. El gasto total del Manchester City desde la llegada de Pep Guardiola hasta el día de hoy (Fuente: transfermarkt.com) asciende a un total de 776 millones de euros. Una cifra descomunal. Solo al alcance de los más ricos. Pero no fue el único en gastar. 906Mgastó el Barcelona. 846M€ la Juventus. 730M€ el Paris Saint-Germain. 680M€ el Manchester United. 650M€ invirtió el Chelsea, pese a no poder fichar por sanción en la última ventana. En cuanto al gasto neto, es el Manchester City el equipo que lidera la tabla, con 525M€, seguido por Manchester United (480M€), Paris Saint-Germain (350M€), Barcelona (350M€) e Inter de Milán (325M€).

Gasto en fichajes desde la temporada 2016/2017. Fuente: transfermarkt.com

 

No parece ahora tan elevada cifra para renovar por completo una plantilla en la que, tres temporadas y media desde su llegada, tan solo permanecen Fernandinho, David Silva, de Bruyne, Sterling y Sergio Agüero. Sus teóricos rivales por la Champions tampoco gastaron mucho menos. A algunos, como el Manchester United o el Inter de Milán, todavía se les espera en las grandes noches europeas. La explicación es sencilla. El dinero compra hombres pero no ideas, futbolistas pero no sistemas. Ayuda, pero no gana por sí solo. De nada sirve un tablero de ajedrez con cuatro reinas si no se saben utilizar las damas. De nada sirven las mejores cañas de pescar si pretendes volver a casa con perdices. Y es que, mientras el Manchester United pagaba 120M€ por Paul Pogba y 92M€ por Harry Maguire, Pep Guardiola prefería invertir esa cantidad de dinero en un central con limpia salida de balón como Laporte (65M€), en un mediocentro posicional como Rodri (70M€) y en un fino extremo con desborde y último pase como Bernardo Silva (50M€). Gasto selectivo.

Pep Guardiola ya ha ganado dos títulos de Premier League con el Manchester City, un equipo que en ciento treinta años de historia antes de su llegada tan solo logró cuatro. Pero tanto los hombres que le firmaron por el cuadro citizien como sus detractores le exigen la Champions. Cayó con estrépito en su primera temporada frente al baby Mónaco. En su segundo año Klopp y Salah le redujeron a la lona. La pasada temporada, tan solo un gol con la mano de Fernando Llorente y el gol anulado VAR mediante por un fuera de juego centimétrico de Sergio Agüero consiguieron apearle a la cuenta. En su cuarta temporada, deberá eliminar al peor de los rivales de entre todos los posibles en Copa de Europa: el Real Madrid. Con la Premier inalcanzable, la Copa de Europa es hoy por hoy objetivo número uno en el City of Manchester. Lograrla sería su coronación. No hacerlo supondría su quema por quienes lo consideran un hereje. El martes, primer asalto.

El entrenador vs la persona

Desde que Guardiola se posicionó públicamente a favor del independentismo catalán, un nuevo grupo de personas aceptaba incluirse, de manera inmediata, en su ya amplio grupo de detractores. Los enemigos del Guardiola como persona, no necesariamente del Guardiola entrenador, entraban en la lista de los críticos del segundo tan solo por el hecho de serlo del primero. Aquellos que declaran que política y fútbol no debeen mezclarse -pese a que el fútbol, como todo fenómeno social, haya sido históricamente un movimiento utilizado para y por reivindicaciones políticas- son aquellos que atacan a un entrenador por el único delito de proclamar su posición en el espectro político.

Entendible no compartir unas ideas políticas. Incoherente criticar al profesional por una faceta personal en la que no hace daño a nadie. Renunciar al mejor pan porque el panadero es de frío y tú eres de calor. Incoherente, irracional y, sobre todo, visceral.

El verdadero logro

La clave de Pep Guardiola no radica en las 28 copas que colecciona, hasta el momento, en sus vitrinas. Ni siquiera en el hecho de haber dominado con puño de hierro los tres campeonatos – tres de los cuatro más duros de Europa- en los que ha entrenado. Tampoco lo hace el haber destapado, reconvertido y/o potenciado a varios de los ahora mejores futbolistas del mundo, véase Busquets, Kimmich o de Bruyne. La clave de Pep Guardiola no radica en el qué, sino en el cómo.

Porque ganar lo han hecho, lo hacen y lo harán muchos equipos a lo largo de la historia. Ganar está al alcance de muchos aunque no todos puedan llegar a lograrlo. Pero ganar y que la gente no te recuerde por ello sino por la manera de lograrlo tan solo está al alcance de los mejores. Cumplir el objetivo haciendo que el camino hasta cumplirlo también sea una meta y un logro en sí mismo es su gran virtud.

Dejó el listón inalcanzable en Barcelona. A ese equipo todos lo recuerdan como el Barcelona DE Guardiola. No de Messi, o de Xavi o de Iniesta; DE Guardiola. En Manchester demostró que en la Premier se puede hacer algo más que imponer tu dominio en ambas áreas. También se trata de eso. De crear escuela. Cuando los demás se fijan en ti y quieren ser como tú puedes asumir, con discreto margen de error, que estás haciendo las cosas bien, que tienes éxito o ambas a la vez. Muchos entrenadores le imitan. Algunos tienen éxitos. Otros, no tanto, porque volar con un barco tampoco es posible. Pero Guardiola no tiene culpa de eso.

La crítica destructiva con la Champions como puñal

Tras dominar en todas las competiciones desde hace más de una década pero no conseguir el ansiado trofeo continental desde 2011, la Champions League se ha convertido en la diana donde apuntan aquellos que quieren ver la piñata en el suelo. El talón al que Paris debe disparar con sus flechas para tumbar al enemigo. Haber logrado únicamente dos Champions dicen que es su gran fracaso. Pero tan solo Paisley, Ancelotti y Zidane tienen más que él.

El día que gane la Champions le acusarán de perder la Liga. Cuando gane ambas, dirán que falló en algo: ya lo hicieron en 2011, cuando pese a ganar el resto, la Copa perdida frente al Real Madrid se llevó portadas y artículos. Y cuando gane todo, como ya lo hizo, algo similar al escándalo de Stamford Bridge tendrá la culpa.

Cuando la crítica es la moda, la propia crítica es el precio a pagar por no lograr la excelencia. El problema, que la excelencia nadie la puede lograr. Pese a ello, denle al César lo que es del César. Denle a Pep lo que es de Pep.

El curioso caso del hombre de quien celebraban más sus tropiezos que sus éxitos. El curioso caso del hombre que lo ganó todo pero nunca merecía nada. Decía Goebbels que una mentira repetida mil veces se acaba convirtiendo en verdad. Eso buscan. Mientras tanto, tan preocupados escribiendo la crítica, ni siquiera se sentaron a leer el libro.

 

“No existe otro equipo que jugara así en el pasado, es el mejor equipo de todos los tiempos.”
Marcello Lippi, sobre el Barcelona de Guardiola.
“Es el mejor equipo que he visto. Lo acepto. Nunca nadie nos había dado una paliza así.”
Sir Alex Ferguson, tras la final de Champions de 2011.
"Es el mejor entrenador del mundo, lo ha demostrado durante toda su carrera."
Zinedine Zidane, sobre Pep Guardiola.
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