Y llegó la semana. Esa que todos, los de un bando y otro, esperábamos. Quizás no sea el mejor momento, pero no es un partido, es el partido. El que todos quieren jugar. Donde todos quieren estar. Un encuentro que se ha empezado a jugar el pasado domingo. No hace falta decir el por qué. Igual la culpa es nuestra, que nos creímos que aquellas palabras iban hacia nosotros. Puede, o al menos eso nos tratan de vender algunos. El caso es que estamos preparados.
Conforme se acercaba la fecha, la verdad es que me paré a recordar lo sucedido el año pasado. Personalmente, creo que lo vivido en aquella tarde es muy difícil de olvidar. Porque antes del partido solo pensabas en eso, en qué ocurriría dentro del campo. Pero la previa, esa delicia, lo cambia todo. El ambiente en frente del hotel ya nos hizo a todos meternos en el campo. Como si el Tartiere volviese a sus orígenes, a donde para muchos debería estar. Pero bueno, ese ya es otro tema.
El caso es que recuerdo a algunos jugadores mirar por las cristaleras. Unos tenían cara de saber lo que habría fuera, otros, por el contrario, se sorprendieron al ver tanta gente allí en frente. Salieron los jugadores. Uno a uno fueron desfilando hasta el autobús, y ahí se desató la locura. Con bengalas, banderas, bufandas y un grito común: ganar. La afición llevó al autobús hasta el estadio. En volandas, concienciando a los jugadores de lo que aquello significaba.
Entramos al campo, y Symmachiarii y el Fondo Norte enchufaron aún más a los jugadores. Aquella pancarta, aquel ‘Oviedo, por todo y ante todo’. A esos a los que persiguen injustamente dejaron una imagen y un tifo para el recuerdo. Y aunque las cosas no empezaron bien, el Tartiere jamás dejó de creer. Apareció Mossa, en dos ocasiones. La fiesta fue total. El post partido increíble. Y todo por ti, Oviedo. Como decía aquel tifo, ‘por todo y ante todo’. ¡Vamos Oviedo!