No se antojaba fácil la visita del Atlético de Madrid a la Tacita de Plata después del tremendo varapalo que supuso la derrota en casa contra el Milan, pero los de Simeone han sabido sacar adelante un partido que en la primera parte se atascó, bajo mi punto de vista, en exceso.
El partido ha comenzado con un ritmo digno de procesión de Semana Santa: poca verticalidad personificada en que Llorente no ha encarado la línea de fondo en la primera media hora de partido y un Cádiz que se sentía muy cómodo viendo cómo el Atlético no ha sido capaz de generar ni una situación de peligro en toda la primera parte. Porque sí, el Atlético de Madrid se ha vuelto a ir al descanso de un partido sin haber tirado a puerta, al igual que el Cádiz.
Partido soporífero, con un Suárez y un Hermoso tétricos que estaba empezando a provocar el peor de los revuelos en la cabeza de Simeone, que todavía tenía en la mente el centro de Kessié y el remate de Junior Messías del pasado miércoles. Y por si no tenía suficiente la primera parte también entró el cambio obligado de Giménez a la media hora por un golpe en la cabeza. En su lugar entraba el siempre tan atinado Felipe, si bien es cierto que el Atlético ha crecido exponencialmente en el partido con el brasileño ejerciendo de ancla.
El centro que lo cambia todo
La segunda parte ha sido otro mundo en comparación a la primera: el Atlético volvió a salir propositivo, al igual que en la primera, pero en la segunda empezó a ser muy vertical: Llorente empezó a aparecer con frecuencia, De Paul empezó a manejar el centro del campo (y el partido también) a su antojo… y el Cádiz a verlas venir, al igual que en el primer periodo.
Y otros dos jugadores que también estuvieron pletóricos en la segunda mitad fueron Lemar y Carrasco, los cuales fabricaron el primero de los goles: el belga puso un centro delicioso y el francés hizo un remate en suspensión que te firmaría el mismísimo Cristiano Ronaldo.
A partir del gol del centrocampista galo las malas sensaciones desparecieron a la par que el bloqueo mental y el Atlético fue un absoluto escándalo: asociaciones a una velocidad vertiginosa, triangulaciones constantes, Llorente destrozando la banda del Pacha Espino, banda que utilizaría para brindarle el segundo gol del partido a Griezmann, que también estuvo bastante bien.
Cunha pide paso
Y luego llegó, a parte de una tremenda cantada de Oblak que supondría el gol de los gaditanos, el hombre que no es que está llamando a la puerta para pedir más minutos, es que la ha tirado de una patada: Mateus Cunha. El brasileño ha dado una asistencia a Correa en un gol digno del Barça de Guardiola y ha metido otro que ha recordado al Diego Costa del año de la liga, más si se tiene en cuenta que comparten dorsal.
El Atlético tenía que convencer tras la debacle en Europa y el Cádiz ha sido el muñeco de trapo que los de Simeone han utilizado para coger confianza ante el tremendo mes de diciembre que se avecina y que puede suponer un antes y un después en la temporada de los colchoneros.