La buena fe ha acompañado a la Juventus en toda esta UEFA Champions League. Centrándose solo en acabar con buenas sensaciones, los bianconeros’ encontraron en su victoria (1-0) contra el Malmö un premio mucho más grande. Quizás en excesiva viendo que no destacó como pudo haberlo hecho y el rival tampoco ofreció más que su simple presencia en el campo. Como fuese, al final los italianos alcanzan los octavos de final como cabezas de serie.
Mero paseo
No daba para tantas sorpresas el Grupo H después de lo ocurrido la anterior jornada. Sobre todo en la parte alta, por lo que los de Allegri se quitaron muchas presiones de inicio. Lo habrán plasmado mejor o no, pero lo cierto es que se sentían mejor. Tal vez demasiado. La comodidad con la que la ‘Vecchia Signora’ circulaba -gracias a un Arthur que parece estar en forma- y luego hilaba en ofensiva -Dybala, en modo bestia- era su merito, mas también el de su rival. Y es que el Malmö era apenas mero espectador del juego juventino. Pasivo en postura defensiva, atentó más al balón que al hombre y desentendido cuando su rival se acercaba a su zona, el partido estaba definido desde mucho antes. Aunque Kean se encargó de asegurarlo por si las dudas empezaban a presentarse.
En una constante progresión por la derecha, Bernardeschi -otro de los agraciados-lanzó un centro a tres dedos que Kean anticipó a Nielsen y Diawara para anotar (18). Tuvo oportunidades, tras ello, la Juventus para hincharse a goles, pero pareció querer reposar. Esos minutos al limbo animaron un poco al Malmö, que empezó a incomodar un poco a las espaldas del debutante De Winter. Olsson y Birmancevic, los más activos del campeón sueco, conectaron mucho; sin embargo, simplemente sus pares estaban sorprendidos por el escenario. De haber estado todos en sintonía, a lo mejor pudieron hacer pagar la distracción de unos turineses que en cuanto escucharon noticias desde San Petersburgo (el Zenit había remontado al Chelsea) volvieron a someter a los escandinavos.
A cuidar el tesoro escondido
Lo hicieron antes y luego de que el árbitro pite. Como estaba el encuentro, no necesitaban de Dybala para masacrar al Malmö y sí mejor puntería. El resto lo hacían bien en cuanto subieron líneas: presión alta, obstaculizar carriles centrales, recuperar y transitar desde las bandas, y evitar todo descuido suyo. Suena más impactante de lo que en verdad se plasmaba sobre el campo, en especial porque la Juventus en verdad estaba apretado el acelerador. No obstante, lo dicho, el remate decisivo evitó que esto fuera una pesadilla para los suecos, confundidos y desorganizados en todo sentido. Con tanto falló, Rabiot, Bernardeschi y Rugani por poco se arrepentían de que sus tiros no fuera a la red cuando Colak casi sorprende el Allianz Stadium. Bonucci puso la cara para evitar daños.
Ese ligero traspié puso en alerta máxima a los transalpinos, que ante los nulos apuros y complejidades, dejaron a los de Tomasson la iniciativa. Inteligente apuesta entendiendo las limitaciones de estos al momento de pasarse la pelota y tener ideas para convertirse en amenaza. Los tiros al vació y sin peligro de Peña eran la máxima expresión de lo que era el Malmö. Apenas Diawara fue su más grande activo para frenar tanto a Bernardeschi y Rabiot -que se internaron y fusilaron sin oposición en su área- como a Kean -que caso ambos rebotes-. A tiempo el guineano, ya que el segundo aire norteño se difuminó cuando escuchó que el campeón ganaba en Rusia. Afortunadamente, la Juventus siguió centrada en lo suyo para terminar de toparse con un premio gordo. El mismo que envolvió Ozdoev al marcar una volea que cambia el destino de la Liga de Campeones 21-22 a partir de ahora.
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