«Mallorca, si me necesitas silba». Así se ha despedido Luis García de su casa. Después de un año y medio al frente del Mallorca, el técnico madrileño ha dicho adiós por la crueldad y la inmediatez que vive el fútbol. Este deporte olvida y hace añicos los recuerdos del pasado, pero no dude, míster, que el tiempo todo lo cura y pone las cosas en su lugar.
El fútbol le ha dado la espalda al equipo y así se ha fraguado la destitución. Sin estar muy lejos de conseguir el objetivo. El ya ex entrenador del Mallorca pone fin a su etapa abrazado a un escudo y unos colores que ha defendido con honestidad y con valor. Así se ha ganado un hueco en los corazones de la afición, que se ha movido en masa para despedirle como se merece.
Como un señor, esta sentencia que ha dejado en rueda de prensa define lo que ha supuesto para la entidad. Entrenador, gestor y portavoz, aunque él lo niegue, Luis García ha demostrado ser un todo un caballero. Triste y visiblemente emocionado ha entonado unas palabras que han tocado la fibra a más de un seguidor isleño. Un adiós injusto, pero a la altura de su calado humano. Los resultados son la condena a una persona que se merece todos los éxitos posibles y por haber.
La necesidad de cambiar de rumbo en lo deportivo no tiene que empañar para nada lo conseguido durante este tiempo. Porque a veces, lo profesional debe desaparecer y dejar paso a lo realmente importante. Luis García ha dejado claro que prima la educación, el respeto y el cariño. Y él, se ha ganado a pulso el respeto que le profesa la parroquia mallorquinista que ahora tiene a quién silbar cuando necesite ayuda, porque estará esperando a ponerse el bañador y cruzarse el Mediterráneo.