Ni tan contento puede sentirse el Bayern Münich después de tomar ventaja en la ida de los octavos de final de la UEFA Champions League. Asimismo, tampoco el PSG debe tomarse tan mal su derrota (0-1) a pesar de lo ofrecido en líneas generales. A fin de cuentas, ni uno ni otro plasmaron su verdadero potencial en el campo que satisfagan las expectativas puestas en esta serie. Ojalá se lo hayan dado para la revancha.
Juego de dados
Prometía mucho el regreso de la Liga de Campeones. Sin embargo, toda la ilusión que despertó esta eliminatoria estrella se apagó de forma paulatina. Eso sí, la iniciativa siempre tuvo el sello del Bayern. Ya de primeras un disparo de Choupo-Moting que rozó el palo fue un indicio esclarecedor de lo que sería el encuentro. Líneas elevadas, presión alta y combinando a gran velocidad, los alemanes imponían condiciones frente a un PSG que prefirió replegar, recuperar y transitar antes que exhibirse con descaro. Quizás fue la mejor decisión trazar ese plan reactivo visto con lo que contaba en cancha y en banca. Que el joven Zaïre-Emery de apenas 16 años se haya estrenado con los franceses no es ninguna casualidad, por más que lo esté haciendo bien.
Como fuese, de las botas del chico surgió el primer y único asomo de su equipo en el primer tiempo. Suyo fue el balón que Neymar filtró a Messi dentro del área y que Upamecano resolvió con garantía. A partir de entonces, eterno control bávaro. Por supuesto, las ocasiones comenzaron a secuenciarse enseguida, sobre todo debido a un Coman al que tendieron una alfombra roja en París toda la noche. No es el PSG una escuadra acostumbrada a que le sacudan y permanezca alejada del esférico. Afortunadamente, contaba con Danilo y Ramos para la causa. Entre bloqueos, anticipos, recuperaciones, activaciones a Neymar y Messi, y derroche físico, los dos se interpusieron en la más que posible sangría que Choupo-Moting, Musiala, Goretzka y Kimmich pudieron haber hecho. Vitales, en especial, cuando los capitalinos agotaron el tanque y se encontraron a merced del Bayern antes del descanso.
Medio motor
La cosa no estaba funcionando del todo bien y Galtier metió mano. Reforzó la zaga con Kimpembe en busca de darle más libertad a sus figuras y casi lo logra. Coman, una vez más, abrió una yaga en su ex club. La permisividad que los parisinos habían tramitado el último tramo del primer acto y el comienzo del segundo les pasó factura. Goretzka dio un pase a profundidad a Choupo-Moting, este descargó con Davies y Coman, con complicidad de Donnarumma, mandó el balón a la red entrando sin marcaje al área (50′). Olió el Bayern sangre y todos sabemos que ocurre cuando eso pasa. Teniendo suficiente con la nula reacción de sus pares y la falta de referencia, Mbappé salió a escena dispuesto a cambiar las cosas. Hasta entonces, Coman y Musiala seguían haciendo de las suyas, mientras Choupo-Moting seguía errando goles bajó el arco y Donnarumma se reponía de su error.
Sin embargo, en cuanto se acomodó, el contexto lo marcó solo él. Aún habiendo salido de rehabilitación, la potencia física y talento técnico del francés encendieron el ambiente en el Parque de los Príncipes. De no ser por las paradas de Sommer -que puso el alma- y el sistema de fuera de juego semiautomático -que anuló dos goles-, Mbappé le hubiera puesto más que emoción, color y cinemática a un choque que se alocó en el epílogo. En el ida y vuelta, precisamente, los locales sacaron a relucir las flaquezas de su rival, errático de grandes chances de gol con Müller y Musiala, dejaba a su retaguardia vendida. La misma se quedó con uno menos al derribar Pavard con una llave a Messi en la frontal del área. Aunque, como se dejó escrito, les faltó más fútbol y corazón para en verdad cumplir sus intenciones. Sin eso, todo terminó con un Bayern poco convincente sacando ventaja sobre un PSG a medias.
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