Si a George Russell se le llama el hombre invisible es porque siempre está ahí pero sin hacer ruido. Totalmente inadvertido. Y así ganó en Singapur. A su estilo. El británico fue a la suya, liderando desde una salida en la que no sufrió y gestionando de forma brillante su ventaja con Max Verstappen, que nunca se pudo acercar. Muy solvente. El neerlandés nunca había estado en tantos apuros cuando Lando Norris le persiguió durante las últimas quince vueltas pegado a su caja de cambios. Solo el campeón es capaz de sortear doblados con tanta eficacia y en tan poco espacio. Pura frialdad.
Verstappen se quejó de todo tipo de problemas de su monoplaza mientras mantenía a raya a los McLaren. Norris se le echó encima para arrebatarle unos puntos fundamentales en la lucha por el campeonato, pero el piloto de Red Bull no regala nunca nada. Y menos al británico, con el que arrastra pique tras la clasificación de ayer. Lo intentó hasta ver la bandera a cuadros pero las estrechas calles de Marina Bay y el talento del campeón se lo pusieron imposible y terminó subido al podio, detrás de Verstappen y delante de su compañero Oscar Piastri.
La salida fue un momento muy emocionante. Llena de acción, duelos y adelantamientos, en contraste con el resto de la prueba, que fue más bien sosegado, pausado y tranquilo. Solo seis pilotos decidieron montar neumático blando para atacar y arriesgar. Entre ellos Verstappen, Alonso y Stroll. El asturiano fue agresivo en la salida y le salió de perlas porque se puso octavo, peleó con Hamilton para ganar otro puesto pero Hadjar se la devolvió y le mandó a la novena. En la vuelta cuatro, el español se tomó la venganza y le volvió a sobrepasar para mantener una valiosa octava plaza.
Aunque el picante estuvo en la lucha entre los líderes del campeonato. Por fin, Norris y Piastri mostraron rabia y genio y se picaron cuando el británico arrinconó a su compañero tras un par de curvas. Hubo contacto entre ambos y también quejas por radio australiano de forma insistente. Hasta en un par de ocasiones. Piastri no entendía nada. El incidente fue investigado sin consecuencias y dejó a Norris con su endplate colgando, delante de su compañero, pero sin perder rendimiento y a la caza de Verstappen.
Leclerc fue el rey de la salida. Ganó dos puestos de forma magistral cuando pasó a su compañero Hamilton y a Antonelli por el interior de la dos. Sublime. Como era de esperar, fue una carrera de gestión y una procesión al estilo Mónaco sin apenas adelantamientos. Nada nuevo. Lo de cada años. Russell gestionó con tranquilidad su liderato con un colchón cómodo de cinco segundo con Verstappen. El neerlandés, con problemas en la bajada de marchas y perseguido por los McLaren, se mantenía segundo. Alonso montó un tren de los suyos y no es la primera vez que sucede. Mantuvo detrás a Hadjar, que tenía la misma estrategia que él.
Enfado de Alonso con el equipo
La momentánea P8 que sostenía era oro hasta que le arruinaron la carrera con una parada lenta en boxes. Esa posición que tantó había costado de ganar la echó por tierra una horrible parada de 9,2 segundos por culpa de la pistola de la rueda delantera derecha. Algo pasó que incendió al asturiano: «Si me hablas en cada vuelta, apagaré la radio«. Y un rato más tarde, otra radio para la historia tras regalar el mejor momento de la carrera: su adelantamiento especial a Hadjar. «Tenemos trofeo para el héroe del día». Le persiguió durante un par de vueltas. Incordió al francés amenazándole realizando trazadas diferentes pero no había espacio. En Singapur es imposible. Menos para él. Tras abrir la vuelta 40, traccionó mejor que el piloto de Racing Bulls y regaló un adelantamiento precioso. En milímetros. Estuvo a punto de perder el coche, contravolanteó y salió mejor que Hadjar para recuperar la novena posición virtual.
Sainz, mientras tanto, estaba atascado en la decimoctava posición, solo con Gasly y su compañero Albon por detrás. Sin demasiada maniobra que hacer para salir del fondo de la parrilla. Al final, rescató un valioso punto tras mostrar un fuerte ritmo y adelantar a Hadjar cuando restaban tres vueltas. Los blandos duraron lo que duraron y llegó el momento de las paradas. Tsunoda abrió la veda y paró en la vuelta 15 para animar al resto que también llevaban la goma roja a entrar en boxes. Alonso aumentó el ritmo, abriendo un hueco de cuatro segundos con su perseguidor Hadjar, y alargó su parada unas cuantas vueltas.
El momento de las paradas en una carrera sin adelantamientos es crucial y la puede decidir. Para bien o para mal. En caso del bicampeón, fue para mal. Tras los pit stops, la cabeza de carrera no se alteró: con Russell liderando, perseguido a más de dos segundos por Verstappen y con Norris cerca, a otro dos segundos. Piastri seguía fuera del podio, seguido por Leclerc. Y así se mantuvo el orden hasta el final. Descontando vueltas, gestionando y solo Norris pudo respirarle en el cogote a Verstappen, que tenía problemas de todo tipo. Pero no pudo con él, como siempre.