La noche del 26 de septiembre de 2010, el circuito urbano de Marina Bay, en Singapur, se convirtió en el escenario de una de las actuaciones más memorables de Fernando Alonso. Y lo fue todavía más porque fue el golpe de efecto de Fernando Alonso tras Monza 2010 para recuperar la senda de la lucha por el título de aquel Mundial, la primera temporada del genio astur en Ferrari.
Fernando Alonso en Singapur 2010: así logró una de sus victorias más grandes
Bajo las luces artificiales que iluminaban cada curva del trazado, el piloto asturiano, al volante de un Ferrari que parecía haber recuperado la esencia de sus mejores días, consiguió una victoria de enorme valor que lo devolvía a la primera línea de la lucha por el campeonato del mundo.
Aquel triunfo no fue solo una de las victorias más brillantes de su palmarés. Sino también una demostración de talento, sangre fría y capacidad para manejar la presión y controlar a un Vettel que era infinitamente más rápido aquel día. Todo, en los momentos decisivos de un Mundial que se había puesto muy cuesta arriba en los meses previos. Tanto, que todo lo que no había logrado en las 13 primeras carreras -solo 2 victorias en Bahréin y Alemania- lo recuperó en los últimos seis Grandes Premios del año. Entonces, el que se encaminaba en la lucha por el título era Mark Webber, contra todo pronóstico.
Para Fernando es imposible de olvidar el fallo del embrague en Malasia; pero también el golpe en los Libres 3 de Mónaco que le hizo salir último; o el toque de Button tras un patinaje en salida de Australia por el suelo resbaladizo. Hasta Singapur, y con la victoria del español en la anterior carrera en Italia, se encontraba a 43 puntos del liderato. Faltaban cinco carreras.
Así, el Gran Premio de Singapur era uno de los retos más exigentes del calendario. Casi casi como hoy. Por entonces, acogía la que era la tercera carrera nocturna en la historia de la Fórmula 1 -la primera, en el mismo lugar, ya la había ganado Fernando Alonso en 2008, con Renault-, disputada bajo un calor sofocante y una humedad que ponía a prueba la resistencia física de los pilotos.
Alonso contra Vettel, un duelo de titanes
El circuito urbano de Marina Bay, con sus muros estrechos y sus 23 curvas, no ofrecía margen para el error. Cada vuelta exigía precisión absoluta, y cualquier despiste podía terminar en abandono. Alonso conocía bien esas condiciones y llegaba con la clara intención de dar un golpe sobre la mesa cargado de confianza por el triunfo en Italia.
El sábado, en clasificación, ya dejó claro que estaba preparado para el reto. Con una vuelta impecable, al límite en cada sector, se hizo con la pole, un detalle que resultaría decisivo en el desarrollo de la carrera. En un trazado donde adelantar era casi imposible, salir primero significaba tener media victoria en el bolsillo, pero mantener esa posición iba a exigir un nivel de concentración máximo.
La carrera se convirtió muy pronto en un pulso entre dos hombres. Fernando Alonso, con su Ferrari, y Sebastian Vettel, al mando del Red Bull, protagonizaron una batalla intensa que mantuvo en vilo a los aficionados durante casi dos horas. Desde la primera vuelta, el alemán trató de presionar a Alonso, buscando cualquier resquicio para adelantar, pero el asturiano no se dejó intimidar. Vuelta tras vuelta, ambos pilotos rodaron a un ritmo endiablado, intercambiando vueltas rápidas y dejando claro que ninguno iba a ceder fácilmente.
La tensión fue creciendo a medida que pasaban los giros. Vettel se mantenía siempre a la estela del Ferrari, esperando un error que nunca llegó. Alonso, con una calma que solo los grandes campeones saben mostrar, resistió sin titubear.
Porque cuando todo el mundo pensaba que Vettel apretaba en la parte final de la carrera, lo cierto es que era el propio Fernando el que estaba bajando el ritmo. En Ferrari decidieron asegurar y bajar las prestaciones del motor, al tiempo que el piloto español bajó también el riesgo de acerarse a los muros.
La diferencia en meta lo dice todo: apenas siete décimas separaron a ambos tras casi 120 minutos de lucha. Fue un duelo que mostró lo mejor de la Fórmula 1: talento, estrategia y emoción hasta el último instante.
Un ritmo superlativo
La victoria de Alonso no se explica solo por su pilotaje, también hay que recordar y reconocer el papel impecable del equipo Ferrari. En un circuito como Singapur, donde el coche de seguridad suele aparecer y donde las paradas en boxes se convierten en momentos de máxima tensión, la coordinación era esencial. Los mecánicos no cometieron un solo error, las decisiones estratégicas fueron correctas y el coche respondió con fiabilidad en todo momento.
El asturiano supo gestionar sus neumáticos, mantener un ritmo superlativo y adaptarse a cada fase de la carrera. La comunicación por radio fue fluida, las órdenes claras y, sobre todo, la confianza absoluta entre piloto y equipo se tradujo en un trabajo perfecto. Era la sinfonía de Ferrari funcionando en su mejor versión. Una de las veces que todo funcionó como debería haber sido. Quizá si hubiera sido así en Abu Dhabi cuatro carreras después todo podría haber sido tan diferente…
Una victoria con un valor especial
Alonso cruzó la línea de meta levantando los brazos y celebrando el triunfo a lo Usain Bolt, el hombre de moda en el deporte. Lo hizo consciente de que había logrado algo más que una victoria. Ese triunfo en Singapur era su segunda victoria consecutiva después del éxito en Monza, y lo situaba de nuevo en la pelea por el campeonato. El asturiano sumaba su victoria número 25 en la Fórmula 1, un número que lo colocaba en el selecto grupo de los grandes de la historia, y además recortaba distancias en la clasificación general hasta colocarse a solo 11 puntos de Mark Webber, el líder en ese momento.
La emoción en el box de Ferrari reflejaba lo que significaba esa carrera. Era la confirmación de que el equipo y Alonso seguían vivos en la lucha por el título; que todavía había margen para soñar y que, pese al dominio de Red Bull durante gran parte de la temporada, el asturiano estaba dispuesto a pelear hasta el último Gran Premio. Como así fue.
Fernando Alonso tiene un recuerdo imborrable de Marina Bay
Con el paso de los años, Singapur 2010 se ha consolidado como uno de los grandes momentos de la carrera de Fernando Alonso. No fue una victoria sencilla ni marcada por la suerte. Sino un triunfo puro, forjado a base de talento y en la suma creencia de que podían hacerse con ese Mundial. De hecho, aquella victoria lo logró con récord incluido, pues lideró todas y cada una de las 61 vueltas, marcó la vuelta rápida de la carrera, e hizo la pole, firmando su primer, y hasta ahora, único Grand Chelem en la Fórmula 1. Esto es algo que solo han realizado 25 pilotos más en toda la historia.
Esa noche, el español escribió una de las páginas más brillantes de su carrera. Lo consiguió demostrando que, incluso frente al poderío técnico de Red Bull, su capacidad para exprimir cada detalle podía marcar la diferencia. Es verdad que aquel campeonato, como los siguientes tres, fue para Vettel. Pero de la etapa de Ferrari quedaron recuerdos memorables que nos dejó el talento de Fernando, como aquellos tres días de Singapur 2010.