Partidos cruciales

Perú jugaba contra Nueva Zelanda el último boleto hacia el Mundial

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El 15 de noviembre Perú jugaba contra Nueva Zelanda el último boleto hacia el Mundial de Rusia 2018, el mismo día del partido más importante de la selección blanquirroja en 36 años, Sergio (el empleado de un call center) juega un partido aparte, su novia será sometida a un examen muy difícil: la aprobación de la matriarca de la familia.

-Desde que tengo esta camiseta no hemos perdido ¡es la cábala!

-Claro, pero han sido puros empates, ‘oe’.

Sergio no respondió, tenía fe en la clasificación del Perú al mundial y sus compañeros de trabajo se mostraban escépticos con el partido de vuelta contra Nueva Zelanda. Su camiseta era una réplica de aquella que uso la selección peruana de fútbol en los años 80, no era la de color blanco con franja roja, era la de visitante. La compró el miércoles 4 de octubre alrededor de las 6:30 pm. En el trabajo de Sergio habían pedido que para el día siguiente, todos fueran con su camiseta de la selección, aquel que tuviera la camiseta del equipo nacional de fútbol podía salir media hora antes para poder llegar a su casa y ver el encuentro contra Argentina en su casa sin perder detalle. Lástima que esa promesa no se cumplió porque a pesar de que Sergio y todos los de su área llevaban la blanquirroja, tuvieron que salir a su hora de siempre.

Al llegar a la tienda ya no había blanquirrojas, solo la roja con la franja blanca. Sergio no lo dudo y tomó esa que marcaba talla M, la última que quedaba en esa talla, la otra era L y ya había sido tomada. Pago 80 soles y se fue a sus clases del instituto.

Vino el empate con Argentina, el extraño tiro libre indirecto ante Colombia y la incertidumbre de cómo sería la logística para ir a Nueva Zelanda.

Para borrar las dudas futboleras el mes de octubre siguió su curso y Sergio cumplió 30 años, los recibió al lado de su familia y con la torta que le había regalado su enamorada, habían iniciado su relación hace algunos meses y la torta de chocolate que ella le regaló fue el detonante para que la familia de él dijera “tienes que traerla a la casa para darle las gracias”.

Pasaban los días con rapidez y todo se fue acumulando, el doping de Guerrero, el cambio a un área donde Sergio no se siente cómodo a pesar de que sus jefes dicen y sostienen que tiene talento y el perfil necesario para desarrollar la tarea que le han encomendado y  el partido de ida en Wellington donde el empate fue más agrio que dulce.

Llegó el 14 de noviembre y nuevamente en casa de Sergio se escuchó la pregunta recurrente en los últimos 5 días, su abuela y su tía insistían en conocer a la enamorada y Sergio por tratar de eludirlas de un movimiento soltó una frase potente “si quieren le digo que venga a ver el partido con nosotros mañana”. Su tía no vaciló y exclamó “perfecto dile que venga”.

Y a las 8:15 pm del miércoles 15 de noviembre, mientras estaba en la compañía de su chica en la fila del supermercado, esperando pagar dos bolsas de snacks y un par de gaseosas de litro y medio, a Sergio le asaltaron los miedos por primera vez en la eliminatoria, perder o empatar con goles sería terrible. De nada valdrían los puntos del TAS, los triunfos ante Ecuador y Paraguay de visita, todo sería en vano. Serían 36 años de ausencia de Perú en un mundial, de los cuales Sergio había vivido con mucha intensidad los dos últimos.

Su novia lucia nerviosa, pero no por el partido, el conocer a la familia de su chico le sumía en los nervios, ella lo miro y le preguntó si su familia la aceptaría. Él la miró sorprendido, apartó sus pensamientos futboleros, la abrazo, beso su frente y le sonrió diciendo: todo estará bien.

8:25 pm y en el trayecto del supermercado a su casa, Sergio le confiesa a su novia, que tiene miedo. Miedo a que Perú no clasifique y que toda la esperanza que le tenía puesta a Gareca desde el final de la Copa América del 2015 no sirviera para nada. Ella lo miró un poco confundida, siempre vio la afición al fútbol de Sergio como algo normal pero muy pasional, pero ahora parecía un tipo enfermo cuya vida dependía de ese resultado que podría colocar a Perú nuevamente en el álbum Panini. “Con fe amor, ya verás”. Siguieron caminando hasta llegar al edificio donde vivía Sergio. Subieron hasta el 2do piso y antes de que él abriera la puerta, ella preguntó: ¿ya no hay marcha atrás? Él movió la cabeza de lado a lado y el abrió la puerta del departamento.

En la sala de la casa estaba la abuela de Sergio, Jimena, acompañada de dos de sus hijos, Carmen y Ernesto. Luego de las presentaciones correspondientes, y de sentarse al lado de la matriarca de la casa, Angela (la novia de Sergio), se ofreció para ayudar en la preparación de los bocaditos, ofrecimiento que fue rechazado de manera cordial. Mientras Sergio preparaba las bebidas, el tema de conversación se fue centrando en la gastronomía peruana y en los lugares donde se preparaban los mejores potajes. Luego de cada uno intercambiara sus respectivos ‘huariques’ en Lince y Jesús María dieron las 9:15 pm de la noche y sonó el silbato de un árbitro francés que indicaba que Perú y Nueva Zelanda empezarían a disputar el último cupo disponible para jugar la fase de grupos de la Copa del Mundo que se celebraría en Rusia el año entrante.

Gareca mandó un equipo altamente ofensivo con la inclusión de Advincula y Ruidiaz en el once inicial, mientras Perú era un vendaval ofensivo, Angela presenciaba como Sergio tenía un semblante entre serio y asustado, se movía en su silla, se inclinaba hacia adelante y movía los labios sin pronunciar palabra. Cualquiera diría que él estaba rezando, ella lo conocía lo suficiente como para saber que en cada movimiento de labios había una instrucción o una señalización de lo que Perú estaba desaprovechando mientras Nueva Zelanda no hallaba forma de contener los avances blanquirrojos.

Pero al minuto 28 llegó la internada de Cueva por la derecha de los ‘All Whites’ y la asistencia para que Farfán pusiera el primer gol. Angela vio como Sergio se arrodillaba en el piso y gritaba el gol con toda la fuerza que podía, parecía que él sentía más presión en comparación con los que estaban en el estadio Nacional esa noche. Luego del gol, se apresuró a llenar los vasos de los presentes, gaseosas para algunos y ron para él y su tío. A pesar de que se controlaba el juego, Sergio seguía preocupado y ensimismado en lo que sucedía que no oyó la petición de Angela, que consistía en alcanzarle la bandeja de los bocaditos a la abuela Jimena. Al darse cuenta de que Angela lo llamaba, Sergio se apresuró a atender a su abuela para no perderse detalle del partido.

Con la llegada del segundo tiempo la tónica de la sala se mantuvo, Sergio moviéndose en su silla, más inquieto que nadie y respondiendo algunos de los comentarios de su tío sobre algunos momentos claves del inicio de la segunda parte. Pero hubo que ir a buscar hielo para seguir disfrutando de las bebidas. Solo vio que Cueva iba a sacar un córner, cuando dio la espalda y llegó a la mesa del comedor escucho la voz de Peredo gritando gol, se dio vuelta y vio que Ramos celebraba y que sus compañeros se amontonaban sobre él. Sergio no dijo nada, no abrió la boca hasta que vio la repetición del gol y se puso a gritar como loco por el tanto conseguido a los 65 minutos de juego.

Con algunos pasajes de nerviosismo, por culpa de un mal pase de Carrillo, y con un dominio de Perú, se terminó el partido. En casa todos celebraban… el celular de Sergio empezó a sonar por los mensajes de voz que le llegaban por el Whatsapp, hubo 2 que dejó asombrados a los presentes en uno de ellos la voz de un chico gritaba “¡Dios te escuchó! Tenías razón, tú me dijiste hace dos años que Gareca nos iba a llevar al Mundial y clasificamos. ¡Eres un crack! ¡Si te haces periodista deportivo serías el mejor del Perú conchesumadre!

En otro de los mensajes se escuchaba la voz de un hombre ya mayor que decía: Hijo, llegamos a Rusia, disfruta este momento, lamento que no esté contigo para darte un abrazo. Pero ten por seguro que el mundial lo vemos juntos.

Sergio rompió a llorar y volvía a poner el audio con la voz de su padre. Angela entendió de donde Sergio había sacado la pasión por el fútbol. Luego de tomar un par de vasos con gaseosa, Angela pidió un taxi por su Smartphone mientras conversaba con la abuelita Jimena. Era la media noche y había que trabajar al día siguiente. Sergio la acompaño a tomar el taxi que ya estaba en la puerta del edificio. Un beso de despedida no transmitió la felicidad de Sergio ni el agradecimiento hacia Angela, por haber estado con él en un día que nunca se olvidara.

Y así terminó el día con Perú clasificado al mundial y con el visto bueno de la familia de Sergio a su relación con Angela, algo que ella sabría 12 horas después cuando se reuniría con su enamorado para almorzar.

Escrito por @renzo_r5

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