El renacer de Rudy Fernández

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9 de marzo de 2009, Portland Trail BlazersLos Ángeles Lakers. Rudy Fernández, con su seña de identidad inequívoca, corría desvocado por la pista del Rose Garden Arena cuando Trevor Ariza soltó su brazo de manera bestial  e impactó en el aire con la cabeza de Rudy, cuya espalda golpeó directamente sobre el suelo del pabellón. El mallorquín abandonó la cancha bajo la atenta mirada de su compañero y amigo Pau Gasol y con el público enmudecido tras ver a su rookie saliendo en camilla y con gestos de mucho dolor. A partir de esa jugada, él nunca sería el mismo.

Rudy llegó a la NBA con un buen cartel tras su mate sobre Dwight Howard en la final de los Juegos Olímpicos de Pekín y su gran actuación en el concurso de mates. Sin embargo, en la temporada siguiente, y a raíz de este encontronazo con Ariza, comenzó a perderse algunos partidos por dolores de espalda y tuvo que operarse en diciembre de ese mismo año debido a los dolores que le provocaba la presión en su nervio ciático. En la vuelta tras su operación cuajó partidos muy buenos combinados con otros donde pasaba más desapercibido, siendo encasillado en un rol de triplista donde no parecía encontrarse muy cómodo .

Rudy jugó un total de 249 partidos en la NBA en tres temporadas y media, pues la última comenzó más tarde debido al cierre patronal en la NBA, el cual aprovechó para jugar con el Real Madrid y no perder ritmo de competición. Fruto de este idilio, el mallorquín firmó ese mismo verano por el conjunto blanco con el contrato más grande del baloncesto español. Llegó para llenar de ilusión a muchos madridistas que veían como su equipo estaba cuajando unas aciagas temporadas para lo que se le pide a un equipo de la talla del Real Madrid. Pero Rudy no era el mismo que había deslumbrado en Badalona y la NBA.

Esto no quiere decir que Rudy fuera peor que en aquellos momentos, sino que había sido capaz de modificar su juego para adaptarlo a las limitaciones que su físico le imponía y las había convertido en otras virtudes que le hacían un jugador mucho más inteligente, combinando esto con la madurez adquirida tras su paso por la mejor liga del mundo. Prueba de esto, es el 1 de 20 en triples que acumuló en las eliminatorias por el título de 2013, aunque eso a Laso ya no le importaba, sabedor de lo importante que era mantener a Rudy en cancha. Desde su llegada a Europa, no ha habido otro jugador capaz de anticiparse en el lado débil de la cancha como lo hace él, destapándose como el mejor defensor del viejo continente. En ataque, cuando tiene el día, continúa siendo letal, como ha demostrado en el último partido de la final de la ACB. Sin duda, ha sido una pieza imprescindible durante todos estos años de la “era Pablo Laso” para volver a colocar al Real Madrid en el cénit del baloncesto europeo.

El pegamento de la selección

Si lo pensamos detenidamente, que un jugador de la talla de Rudy Fernández acuda a la selección y en ella sea el sexto hombre podría ser sorprendente para muchas personas, aunque lo es menos cuando nos fijamos en la calidad que ha tenido el conjunto español a lo largo de los últimos años con su propia generación dorada. Sin embargo, muchos jugadores antepondrían su ego al bienestar del equipo en detrimento de la consecución de títulos para el conjunto, no así Rudy Fernández.

Rudy era consciente de la enorme calidad que tenían sus compañeros de selección, mas su experiencia le decía que para que un equipo pudiera transformar esa calidad en títulos, era necesario ponerse el mono de trabajo en defensa, y eso se limitó a hacer. Contaba Jorge Garbajosa la admiración que tenía por Rudy Fernández, a quien decía que nunca había escuchado quejarse por su falta de minutos en el equipo o de sistemas en los que el balón terminase en sus manos. Porque eso es Rudy, el complemento perfecto, el hombre que supo reciclarse y renació para volver a reinar en Europa.

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