Normalmente, cuando pensamos en derbi vasco se nos vienen a la cabeza tres nombres: Athletic Club, Real Sociedad y Deportivo Alavés. Sin embargo, siempre se ha desmerecido a la Sociedad Deportiva Eibar, equipo que estos últimos años ha pasado de ser el más «tímido», por llamarlo de alguna manera, a ser un equipo que se cree su realidad, la de ser capaz de codearse con los mejores, meterles miedo y de pasearse por todos los campos de primera sin ser considerado un rival menor.
Por otro lado, el equipo vasco con mayor tradición en la primera división española, el Athletic Club, ha tomado la dinámica opuesta, la dinámica de una soberbia que se viene abajo, que estos años acude con las piernas temblando contra equipos de Segunda B, que es incapaz de gestionar cualquier situación positiva y que limita a la fortuna la resolución de las negativas.
Esta tarde ambos equipos, parecidos pero opuestos han empatado en Ipurúa, un resultado que es justo en cierta medida, pero que es másperjudicial para los locales que para los visitantes. Han sido los armeros los que mejor han jugado, los que mejores oportunidades han tenido y los que, en definitiva, han merecido llevarse este derbi.
La mayor emoción se concentro en el primer cuarto de hora de juego, con ocasiones sucesivas tanto de uno como de otro. Tanto Asier Riesgo como Iago Herrerín tuvieron que esforzarse en los primeros minutos, lo que preveía un choque apasionante con dos aficiones entregadas.
Fruto de esta inercia, se abrió el marcador en Ipurúa. Un centro de Rubén Peña acabó con Íñigo Martínez arrebatándole el balón a Sergi Enrich cuando este ya se preparaba para fusilar. Hubo polémica, pues el delantero local creía que el vasco había sido demasiado expeditivo. Jesús Gil Manzano, árbitro en este encuentro, fue a consultar al VAR y, tras ver las imágenes decreto pena máxima, que se encargo de transformar el brasileño Charles.
Poco le iba a durar la alegría al Eibar. Tres minutos después, un balón elevado hacia Aduriz, que volvía de una lesión, acabó con el donostiarra cediéndosela a Raúl García y éste a un Williams que con mucha frialdad fue capaz de batir a Riesgo. Caso atípico la del delantero bilbaíno, que lleva más de dos años sin marcar en San Mamés, pero que fuera de casa no le tiembla el pulso para hacerlo.
Normalmente, el que en 20 minutos ocurran tantas cosas podría ser una premonición de que todavía quedaba mucha tela que cortar. Pero nada más lejos de la realidad, ya que a partir de ese momento el encuentro se fue apagando, manteniéndose la dinámica a lo largo de todo el encuentro. Tan solo 10 minutos más aguanto este partido, con un balón al larguero de la portería rojiblanca y poco más.
Llegados al descanso, se podía hacer un balance de la primera parte: juego igualado (algo mejor el del Eibar), ocasiones creadas y expectación de que el encuentro podía volver a ponerse interesante en la segunda parte. Eso se esperaba de ambos equipos, pero no fueron capaces de llevarlo a cabo.
Pese a ello, al Eibar se le debe atribuir el mayor esfuerzo y el mejor juego. Embotellaron absolutamente al Athletic, con Ramis muy tranquilo atrás y un Enrich que era capaz de generar peligro en cualquier lugar del campo. Por el contrario, unos inoperantes Muniain, Raúl García y compañía no consiguieron ni acabar con el dominio rival ni generar ocasiones de peligro. Al parecer a Berizzo le valía el punto, aunque el Athletic esté en decimoséptima posición, marcando la linea del descenso (con un partido menos). Dejó clara su intención al introducir a San José por Muniain, con la intención de reforzar la defensa. Paradójicamente, fue el de Villava el que mejores opciones tuvo para su equipo.
En los últimos minutos llegaron un par de ocasiones que pudieron definir el encuentro, tanto para el Eibar como para el Athletic, pero los remates de Arbilla y del mencionado San José no encontraron portería.
En realidad, ninguno de los dos equipos se puede dar por satisfecho con este resultado. Más allá del orgullo por vencer al rival, para los eibarreses era la ocasión de acercarse a los puestos de arriba, mientras que para el Athletic la de alejarse de los de abajo. Sea como fuera, son los leones los que peor parados salen de este partido, ya que encadenan un nuevo partido sin vencer, el séptimo consecutivo. Tal y como pudo serlo contra la Real Sociedad, una victoria suponía un soplo de orgullo que podía servir para mejorar la nefasta dinámica. Pero no quiso ser así. Al final el fútbol no ganó, el resultado no tuvo apenas valor, pero el orgullo prevaleció.