El peligro del Balón de Oro

Porque ganar el Balón de Oro no determina quién es realmente el mejor, pero una mentira repetida mil veces se convierte en verdad.

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Instaurado en 1956 por la prestigiosa revista France Football, que aún se encarga de su entrega, el Balón de Oro otorgaba, en sus inicios y hasta 1995, el premio al mejor jugador europeo del año, que militara, eso sí, en ligas del viejo continente. Así, se privó a Pelé, Mané Garrincha, Maradona o Zico de recibir el premio. Sería a partir del mencionado 1995 cuando el premio se abriría también a futbolistas extranjeros de ligas europeas, permitiendo al liberiano George Weah la consecución del trofeo ese mismo año. No sería hasta el año 2007 cuando se eliminarían las restricciones en cuanto al posible ganador.

Pero por qué el Balón de Oro. Por qué la necesidad, esa necesidad tan intrínsecamente humana de clasificar, de catalogar todo en bueno y en malo, en negro y en blanco pasando, eso sí, por una larga escala de grises. Por qué diferenciar, en un deporte colectivo como el fútbol, entre unos y otros. Entre los buenos y los malos. Entre los aptos, los deficientes y los mediocres
Lo que no debería ser pero es
Pero sobre todo el cómo. Cómo diferenciar entre el negro y el blanco cuando unos son los que paran los goles, otros los que los generan y otros los que los marcan. Cómo indexar a unos jugadores que juegan más de cincuenta partidos, de más de tres competiciones anuales en más de veinte estadios diferentes y en posiciones diferentes.
¿El que más goles marca? Xavi e Iniesta sonríen irónicos. Y con razón.
¿El que más títulos consiga? Ribéry los ganó todos. No se lo dieron. El extremo galo vio, incrédulo, a Cristiano recogerlo. Él no marcaba los goles que el portugués sí anotaba. Owen los ganó todos. Se lo dieron. Raúl González y Oliver Kahn miraban asombrados.
Y en año de Mundial, pues como Cannavaro, ¿el que gane el Mundial, verdad? Ahora pídanle a Salah que gane el Mundial con Egipto. O a Laudrup. O a Hagi.
Lo que debería ser pero no es
Esto es mucho más sencillo. Si pudieras fichar a un jugador para tu equipo ¿quién sería? Mejor dicho, ¿quién es el jugador más determinante? ¿Quién es ese jugador capaz de cambiar el devenir de un partido solo con raspar la pelota? ¿Quién es ese jugador que marca la diferencia cuando el partido trasciende en la fina línea que discurre entre la derrota y la victoria?
El problema es idolatrar banalidades, adorar los goles, los títulos y las asistencias, aspectos superfluos; pues, a la hora de discernir quién es el mejor, a la hora de coronar al verdadero rey, todo se resumen a quien es el más determinante. El más determinante, por lo general, genera más goles y tiene más posibilidades de que su equipo gane títulos.
Sin embargo, sin anotar 60 goles por temporada o sin ganar todos los títulos se puede ser el más determinante. Y si no me creen, pregunten a su abuelo por Yashin, a su padre por Cruyff o recuerden a Xavi Hernández.
El gran peligro de la pelota dorada

Errar en la elección, considerando aspectos que no se deberían a la hora de valorar quién es el mejor jugador del mundo puede ser catastrófico para este deporte. Sí, como leen. Absolutamente catastrófico.

Habrá un día, en un futuro (no muy) lejano en el que los vídeos estarán guardados en las estanterías de la historia del fútbol. Un día en el que la magia de los mejores jugadores de comienzos del siglo XXI solo la podrán disfrutar los más longevos en lo más profundo de su memoria.
Un día donde los más jóvenes idolatrarán a las nuevas estrellas y en el que solo habrán oído hablar cuatro nimiedades sobre el Barcelona de Messi, Xavi e Iniesta; sobre el hambre de Cristiano Ronaldo; sobre la magia de Ronaldo Nazário y de Ronaldinho o sobre la clase de Pirlo, Lampard y Zidane.
Esos jóvenes tirarán de hemeroteca, igual que hicimos nosotros aupando a Belánov o Sammer en detrimento de los Mazzola, Schuster o Rijkaard.
Esos jóvenes verán que Messi y Cristiano tienen los mismos Balones de Oro, equiparándolos. Creerán que Modrić fue mejor que Xavi al tener un Balón de Oro. Esos jóvenes se acordarán de Owen o de Cannavaro y se olvidarán de Henry, Iniesta y Maldini.
Por favor, no les dejen autoengañarse. Por favor, díganles la verdad.

Porque un Balón de Oro no determina quién es realmente el mejor, pero una mentira repetida mil veces se convierte en verdad.

“Personalmente, no me interesa nada. Es un montaje de los periodistas”
   Johan Cruyff, sobre el Balón de Oro.
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