Un duelo a la altura de Europa se iba a disputar en el Sánchez-Pizjuán. El Athletic llegaba a tierras hispalenses en busca de volver a entrar en puestos europeos y de encontrar también una nueva victoria en Liga tras tres encuentros sin ganar. Por su parte, los de Lopetegui iniciaban el año ante su afición con la intención de volver a sumar otros tres puntos que les acercasen al Real Madrid y al Barcelona, teniendo además un reconocimiento para uno de sus jugadores, Jesús Navas, quien cumplía los 500 partidos con el Sevilla.
Una presión que le cuesta al Sevilla
La intensidad marcaría el duelo desde el primer minuto. Ambos equipos salían con todo y parecía que el partido iba a hacerse largo para el colegiado. Aún así, el Sevilla saldría con su estilo definido al que ya acostumbra pero tendría problemas con la presión alta que había preparado Garitano, metiendo a gran parte de su equipo en la zona sevillista.
Lo que nadie esperaba era la sorpresa que daría Capa. En una jugada donde quedaba Raúl García en el césped por un choque con Koundé, Capa entraba con todo en el área tras un balón largo de Íñigo Martínez. Nadie salía con todo a por el lateral y éste no dudaría a la hora de golpear al balón hacia el segundo palo de Vaclik, donde el checo no llegaría.
El Sevilla había quedado muy tocado y la estrategia que había planteado Garitano estaba haciendo mucho daño al equipo de Lopetegui. Las ideas parecían escasear y salir hacia delante se le hacía un mundo a los hipalenses, que solo encontraban salida la mayor de las ocasiones por individualidades o con algún balón largo. Estaban muy tocados y nadie parecía saber liderar para levantarse ante un Athletic que estaba cada vez más cómodo sobre el terreno de juego.
Un descanso necesario para el Sevilla
La primera mitad iba llegando a su final y el Sevilla seguía sufriendo. Banega intentaba reorganizar a los suyos y en los minutos finales parecía que el Athletic bajaba una velocidad, sufriendo por achicar balones. Pero Lopetegui necesitaba el descanso más que nunca para reorganizar a su equipo, infundarles el ánimo que necesitaban y hacerles olvidar todas las disputas con el colegiado que estaban teniendo.
Los cambios que metería Lopetegui sería una declaración de intenciones en toda regla. Sería la salida de Luuk de Jong la que se notaría nada más empezar, prolongando un balón aéreo para que Munir se quedara solo frente a Unai Simón, aunque el delantero no conseguiría marcar tras una gran actuación de Yeray, que desviaba el esférico a saque de esquina.
Lopetegui había reorganizado el sistema de su equipo y las ganas de remontada habían invadido a unos locales que no tenían nada que ver con el primer tiempo. El Athletic empezaba a encerrarse en su campo y notaba la presión que sabía ejercer el Sevilla con la posesión del esférico. Los leones habían decidido abandonar su estrategia de la primera mitad y empezaban a esperar a su rival atrás para intentar salir después a la contra apoyándose en la velocidad de Kodro y Williams.
El Sevilla le da la vuelta al marcador
La suerte de los sevillistas parecía que iba a cambiar a falta de media hora de encuentro pero la puntería de su delantero holandés volvería a fallar. Un gran centro de Jesús Navas dejaba solo a De Jong pero éste mandaba el balón al palo pese a solo tener que empujar el esférico. Aún así el gol se olía en el Sánchez-Pizjuán y así llegaría aunque fuese por un error de la zaga vasca. Un balón puesto dentro del área, que parecía que iba a ser rematado de nuevo por el holandés, acabaría empujándolo dentro de su portería Unai Núñez bajo la sorpresa de todos sus compañeros.
Los leones querían despertar nada más recibir este mazazo y parecía que con la banda de Capa podía llegar la reacción. A pesar de ello, Garitano quería empezar a cambiar el panorama de la misma forma que lo había hecho Lopetegui y espera que los cambios que iban a entrar dieran el mismo resultado que le había dado a su homólogo. El problema era que ni Villalibre ni Unai Simón serían ese revulsivo que necesitaba su equipo, el cual se encerraba cada vez más.
Un encontronazo entre Diego Carlos y Williams dejaría a Garitano sin su máximo goleador sobre el terreno de juego. Todo empezaba a ponerse cada vez más de cara para los sevillistas pero el final se acercaba y el miedo a esa falta de gol se podía apoderar de los locales. El Sevilla se estaba empeñando en buscar su gol con centros constantes pero la superioridad física de la defensa bilbaina estaba evitando que llegara el tercer gol. Finalmente el encuentro quedaría en un empate a uno, repartiendo un punto a cada equipo, los cuales habían sido dueños de una parte cada uno. Un encuentro duro sobre el césped, con alguna discordia con el colegiado y en el que ninguno de los dos equipos había conseguido aprovechar sus ocasiones más claras.