Los que se aFERRAN al escudo (I)

Se juntaron el pan con las ganas de comer y la joya de la corona de Paterna volará camino de la gris ciudad industrial del norte de Inglaterra buscando que Pep saque lo mejor de él. De salida pierde al cambiar sol y bondad climática por cielos plomizos y días grises sin solución de continuidad.

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Aferrarse: Obstinarse, mantener con fuerza y convicción una idea, opinión o posición.

Es más que habitual ver a los profesionales del fútbol besarse el escudo que defienden, aferrándose a él como si lo fueran a incrustar en su pecho de por vida, coserlo en su primera y no solo en esa segunda piel que se enfundan semanalmente. Desconfíen de ellos, de esos gestos banales que no sirven más que para buscar un mejor salario, un aplauso fácil o una posición ventajosa en una futura negociación.

La historia se repite cíclicamente

La historia del Valencia CF está plagada de jugadores que se besaron el escudo, que se granjearon el aplauso y la complicidad de la grada de Mestalla mientras los encargados de solventar su futuro estaban en la Avda Aragón, Senda de Senent o Artes Gráficas ejerciendo de parientes directos de Cleopatra y Tutankamón. A Dios rogando y con el mazo dando que dirían los castizos.
El fútbol de hoy en día, por mucho que los nacidos en el siglo pasado nos aferremos (curioso este verbo que para tantas cosas sirve) a otros conceptos y a otras épocas, es el fútbol de los fondos de inversión, de las agencias de representación, de la ingeniería financiera y de los clubes que claudican ante ello con tal de cuadrar sus cuentas y salvar sus balances.

Valencia abandona el romanticismo

Son ya muchos años acudiendo al viejo coliseo de la Avda de Suecia para que nadie venga a decirme que si el Valencia no defiende lo suyo, que si perdemos a los mejores, que si se destruyen proyectos ganadores, etc. Esa historia la hemos vivido a orillas del Turia desde que precisamente dicho torrente de agua llegada desde el Sistema Ibérico cambiase su curso para evitar inundaciones como la del 57. El río jamás volvió a arrasar el Cap i Casal, y el Valencia CF jamás volvió a ser dirigido románticamente.

Del equipo que ganó la recordada liga del 70 con Di Stefano y que parecía iniciar un ciclo triunfal, salieron jugadores cuando la paciencia no permitió ver más allá de unos partidos. Sol se fue camino de Madrid con billete de vuelta. El mismísimo Kempes, perteneciente al ciclo triunfal iniciado en el 78, fue vendido de vuelta a Argentina poco después de triunfar como nadie. Afortunadamente, el impago de River lo devolvió a orillas del Mediterráneo. De aquel equipo triunfal de finales de década y principios de los 80 nada quedó, consumándose un descenso lento y agónico a la segunda división. Fue la máxima expresión del renacimiento de las cenizas valencianistas. Una larga travesía por el desierto hasta la Copa del 99.

Nuevo siglo, viejas costumbres

Nuevo ciclo triunfal y nueva salida masiva de jugadores que también besaban y sentien el ferro ( ferro, aferrarse, ¿recuerdan?). Los Mendieta, Farinós y compañía dejaron las arcas llenas y los corazones partíos. Y de cada caída, un mayor resurgimiento. Se ganaron ligas, competiciones internacionales y, parafraseando a Loquillo, cuando fuimos los mejores, nos olvidamos de como lo habíamos hecho y nos creímos lo que no somos. Fue una larga travesía por el desierto la que acabó con la Copa de 2019 y que tuvo en la de 2008 un lánguido canto de cisne del mejor Valencia de la historia, el que fue nombrado como mejor club del mundo en 2004.

Y de nuevo ese cíclico carácter autodestructivo, ese cremar la falla tan nuestro y que es independiente del color, raza, origen o sexo de quien nos gestione, administre o gobierne, o desgobierne en la mayoría de los casos como sucede actualmente, nuestro club. Nada nuevo por estos lares por mucho que el ímpetu de la juventud o la ignorancia de la inexperiencia quieran hacernos creer lo contrario.

El virus se transmite de gestor en gestor

Julio de Miguel, Ramos Costa, Ros Casares, Tuzón, quizá el único salvable en una larga lista de prohombres de la burguesía valenciana, Roig, Ortí, Cortés Llorente, Soler, Soriano, Salvo son una larga lista de máximos mandatarios crecidos entre naranjos y que no han diferido en mucho de los vilipendiados, quizá con justicia, gestores singapurenses. Todos supieron hacer equipos, tener su momento triunfal, con o sin títulos pero triunfal en la medida de sus posibilidades, y lo deshicieron guiados por su ego, por la vanidad, por las circunstancias o por la opinión pública.

@VicentSarrion

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