Adiós, Vicente

La salida de Moreno ha dejado un vacío en el mallorquinismo. Ahora llega Iraola para intentar minimizar el daño

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Adiós y gracias. Así rezan los mallorquinistas la salida del capitán del banquillo. Así, despiden al entrenador que guió a los baleares de nuevo a la élite del fútbol español, tras conseguir resucitar a un club, que bajó a las catacumbas para impulsarse de nuevo.

Vicente Moreno abandonó el Mallorca por la puerta de atrás, haciendo mucho ruido, pero sin aplausos, ni vítores. El de Massanassa pudo haber sido una leyenda, pudo haberse incrustado entre los mejores de la larga lista de entrenadores del Mallorca, pero apostó por el silencio y por hacer daño a una afición que le idolatraba.

Moreno llegó a Son Moix como los grandes iconos que visten las entrañas del estadio, sin hacer ruido, con un discurso serio y con ganas de trabajar. No prometió la luna y la acabó bajando. Con un cuerpo técnico cercano y trabajador, el Mallorca empezó a quemar etapas y a cumplir objetivos, pero lo más importante, hizo que la afición vuelva a creer en un grupo que meses antes solo daba disgustos. La afición se dejó el alma por el grupo y por el capitán del barco. Se ascendió y Vicente Moreno y los suyos iban subiendo escalones en la idiosincracia de la historia barralet.

En el segundo año, más de lo mismo. Trabajo y silencio capitaneaban un barco que iba fuerte, con un rumbo fijo y sin hacer caso a los infieles. Con pequeños detalles, el equipo mejoró y con una dinámica ascendente, llegaron a unos playoffs impensables. Toda la isla se volcó con ellos, parecía que el club volvía a esos años de gloria eterna de temporadas anteriores. En ese instante, Moreno y los suyos apelaron a la épica. Abarrotaron Son Moix. Personalmente, no había vivido ese ambiente y pensé que era una quimera no conseguir la proeza. La comunión entre el equipo y la afición era inquebrantable. Era imposible fallar y sus soldados no fallaron. 3-0, remontando al Deportivo y con gol del más mallorquinista del vestuario. Abdón, elevó a sus compañeros y a Vicente a la categoría de leyenda. Dos ascensos y subiendo.

Su último año, el que termina ahora fue difícil. La propiedad no quiso o no pudo ayudar. Maheta y él se enfrentaron. El suizo dió mimbres extranjeros que cogieron un rol secundario y Moreno pedía experiencia en la élite. Discrepancias, que tras el mercado de inverno acabaron la el despido del CEO. Aunque la cosa no salió bien, el equipo lo intentó hasta casi el final. Con sus limitaciones, que no eran pocas, el equipo luchó, sin complejos, siempre dando la cara. Se dejaron el alma en mantener al club en Primera. Tras siete años sin tocar la categoría el sabor de la élite duró poco en las papilas del mallorquinismo, pero no dolió tanto el bajar, sino el perder a Moreno.

Vicente quiso negociar con el equipo vivo, y eso dolió. Vicente prefirió el silencio a dar una explicación, y eso dolió. Vicente optó por el dinero a ser una leyenda del Mallorca, y eso dolió. Vicente se va, y eso duele. Se va con un sabor agridulce, pero a pesar de todo, es historia del club y se le va a recordar como eso.

Ahora se abre un nuevo ciclo, posiblemente con Iraola en el banquillo, pero parece que el hueco que dejan Moreno y los suyos será muy difícil de llenar.

Adiós y gracias.

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