No puede el Bayer Leverkusen aburrir en cualquier partido. Menos en la UEFA Europa League, por más que tenga todo controlado o no. Lo dejaron más que claro los alemanes en su importante victoria (3-2) contra el Celtic, a pesar de errar en demasía de cara a gol. Merecieron más suerte los británicos, que no se amilanaron en el alto ritmo en que transita su rival, pero acabaron rindiéndose ante dos golpes rabiosos que significaron su final.
Frenesí germano
Aunque haciendo cuentas, el subcampeón escoses pudo haber dicho basta al inicio. Y es que el Leverkusen salió en tromba dispuesto a hacer del encuentro un trámite que le abstenga de sufrir más bajas. Completar el banquillo con siete jugadores en épocas de pandemia no son buenas noticias. Aún así, eso no evita que el equipo de Seoane sea un vendaval apasionante e inquietante, dependiendo de que lado de la banca estés. Para el Celtic y su sequito claramente era lo segundo. En especial cuando Diaby y Frimpong conectaban en ese carril diestro que era una autopista libre cada vez que transitaban. Con el galo atrayendo a todo el conjunto de Glasgow, el neerlandés podía ubicar al rematador, el gol estaba al caer. Era Andrich el destinado, o así el lo dejaba en evidencia.
Tras dos ocasiones que mandó fuera, el alemán se recompuso con fuerza al desviar con fuerza el balón en un córner (16′). No bajaron el ritmo de los alemanes, que iban a la velocidad de la luz una vez el balón pasaba el mediocampo. Sin embargo, ya daban indicios de que el gol no es cosa de velocistas -salvo seas Mbappé-. Por entonces, aprovechaban que los de Postecoglou no tenían respuesta. Por lo menos desde lo futbolístico menguaban, ya que al menos trataban de generar algo Jota, Turnball y, agradecidos ellos, Furuhashi. El japonés era el único capaz de llevar el mismo peligro que Wirtz, Adli, Diaby y Frimpong. Por talento poco que ver; sí por insistencia. Como al ir por un balón al área y ser derribado en el área por Hrádecky. Juranovic hizo valer con clase la oportunidad (40′).
Adrenalina como medicina
Haciéndose la idea de que podían encajar un tanto tarde o temprano -lo han hecho en 10 partidos de 18-, el conjunto de la aspirina midió sus riesgos: cerrar toda opción del Celtic en el complemento. Pudo ser su asedio la causa de que los ‘católicos’ estén a punto de alzar la bandera blanca. No obstante, sobrevivían una y otra vez. «Lo que no te mata, te hace más fuerte», bueno, así crecieron los visitantes. Primero fue un Hart que, entre sus atajadas y errores en definición del local, con Adli liderando esta faceta, mantenía de pie a su equipo. Inspirados en el inglés, los ‘verdiblancos’ se fueron ordenando para cortar acciones ofensivas, esterilizar el circuito de juego teutón y aprovechar errores para salir en transición. Con el ‘Werkself’ esta última situación nunca puede faltar.
Un balón que Hart lanzó en largo, Forrest y Bitton agarrarían mal parado a su oponente, y Jota remontaba el duelo (56′). En shock y sin creatividad, los germanos pasaron a ser las víctimas de un Celtic que salía embalado hacia Hrádecky con cada robo. Turnbull y Abada pudieron evitar los posteriores males, pero el desacierto también les pegó. En esas, Adli seguía haciendo figura a Hart. Sin que nadie emboque el balón, Andrich se vistió de ‘9’ y con un violento remate dentro del cuadrilátero puso el empate (80′). Aquello fue el impulso y la fórmula que necesitaba el Leverkusen para ponerle fin al asunto, lográndolo con una poderosa volea de Diaby (87′). Octavos de final de la segunda competición continental, primeros de grupo y descanso en febrero, los ‘leones’ resolvieron todo eso a punta de cañonazos.
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