Álex Abrines: “Fui de los primeros a los que Ricky Rubio preguntó porque yo pasé por algo similar e intenté ayudarle”

“La decisión que tomó fue parecida a la mía; por lo que he ido hablando con él, está mejor”

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Alex Abrines cumplió 30 años el pasado 1 de agosto. Un jugador con un talento especial para el baloncesto; y con una fuerza interior que le permitió superar un bache mental que le permite ver este juego y la vida de otra manera. El episodio de Ricky le removió algunos recuerdos, pero los usó para darle consejos a un amigo. En Yakarta, durante el Mundial, charló abiertamente con AS, que publica el resultado de esa conversación este miércoles.

Todos sabemos los tiempos duros que vivió, a vueltas con la salud mental, pero ya lleva tiempo jugando con continuidad otra vez. ¿Se vuelve a sentir feliz en la pista?

Sí, desde el momento en que empecé a volver a jugar al baloncesto con Pesic en el Barça. Al principio, me costó encontrarme a mí mismo. Pero creo que, por decirle algo, desde mediados de ese primer año hasta actualmente, estoy disfrutando mucho más. Le doy la importancia que tienen a las cosas, pero sin comerme mucho más la cabeza, que es probablemente el problema que yo tenía. Y, al final, eso se transmite en jugar mejor, disfrutar, pasarlo bien. Eso sin dejar de competir. Porque uno está más feliz cuando compite y gana que cuando pierde. Todo va de la mano.

Usted llegó a decir que durante un tiempo tenía un “muro delante”. ¿Cuándo desapareció de su cabeza?

Cuando volví a jugar, no sólo a estar en la dinámica del equipo. Si no recuerdo mal, hasta noviembre o diciembre del primer año que volví no estaba fuera de la rotación, pero sí que tenía menos minutos. A partir de entonces, y luego con la llegada de Saras, que confió mucho más en mí, ya empecé a jugar mucho más tiempo. Ahí empiezas a ver la luz definitiva. No lo estaba pasando mal pero, siendo egoísta, uno siempre quiere jugar un poquito más, hacerlo bien y tener minutos. Entre ese final del primer año con Pesic y la llegada de Saras es cuando ya disfruté al máximo.

Qué peso tiene la familia y el sitio donde uno vive para expresarse luego en una cancha?

Depende de la persona. En mi caso, tiene mucho que ver. Cuando me pasó todo eso, mi mujer y yo estábamos solos en Oklahoma y, cuando volví a Barcelona, se juntó volver a jugar y disfrutar del baloncesto, el nacimiento de hija el año siguiente, volver a ganar títulos, que echaba de menos después de casi tres años en la NBA… Todo va sumando un poco. La familia, los amigos. En Barcelona tengo amigos, claro, pero los de toda la vida en Mallorca están a un salto y eso también te ayuda a desconectar y a que la vida profesional sea más llevadera. Estar bajo la lupa cada día, cada partido, cada entreno… La presión de tener que ganar siempre en un club como el Barça… Tienes que tener puntos de desconexión y, a partir de lo que me pasó, aprendes un poco a lo que he dicho antes, estar cabreado cuando pierdes, pero es algo que tienes que dejar en el Palau o en el pabellón en el que estés.

Cuando vio lo de Ricky, ¿se le removieron cosas por dentro y pensó en aquello?

Sí. Además, fui de los primeros en saberlo. Antes de que se fuera de la concentración, Ricky me escribió para que fuera a hablar con él y me explicó lo que estaba pasando. Y sí es verdad que al principio pues yo no me lo esperaba y, claro, te hace remover antiguos pensamientos que he tenido que vivir. Y es duro. Pero en ese momento, y después de cuatro años, sólo pensaba en Ricky y en cómo podía ayudarle. Desde mi experiencia, le di los cuatro consejos que pude y la decisión que tomó fue parecida a la que yo tomé en su día. Al final, lo primero es lo primero y lo importante es estar bien con uno mismo. Y bueno, por lo que he ido hablando durante este mes desde que se fue, está trabajando y cada vez se está encontrando mejor.

 

Usted no quería coger ni el teléfono. Le llamaban de la FEB y usted decía que no estaba para nadie…

Sí. Desconecté cien por cien. No dejé el móvil, pero no estaba para llamadas. Seguramente, mucha gente a la que no le cogí el teléfono lo hacía con toda la buena intención, tanto de la FEB como del Barça. Pero tenían que entender que no era el momento. Cuando pasó un tiempo, me encargué de hablar con algunas personas que se habían preocupado por mí y, nada, simplemente les comenté que estaba mejor, que estaba pasando por un bache y que en un futuro nos volveríamos a reencontrar.

No le preguntaré por los consejos que le dio a Ricky, pero ahora se le ve hablando con naturalidad sobre eso. ¿La normalidad es un camino?

Sí. Yo tardé un poco en comunicarlo. Al principio había desconectado al cien por cien y me daba igual de lo que hablase porque ni me enteraba. Pero después de un par de meses de no decir nada, la gente empieza a hablar y, precisamente por la salud mental, necesitaba soltarlo y decirlo más allá de mi círculo cercana o a la psicóloga con la que estaba trabajando en ese momento. Y bueno, es uno de los consejos que le di a Ricky: si él se sentía capacitado para contar un poco de lo que le pasaba, te quitas un peso de encima. Porque por mucho que pienses que la gente va a opinar ‘x’ o ‘y’, al final, y más ahora que hace años, la gente lo entiende más y ya no es tan tabú. Y, simplemente, el hecho de comunicarlo pues es dar un paso adelante.

¿Sigue trabajando con psicólogos?

Sí. Voy hablando de vez en cuando, pero no es tan repetitivo. Creo que ya en su día trabajé suficiente y me dieron las herramientas por si en algún momento notaba que no funcionaba. Ahora ya tengo esas herramientas para trabajarlas y salir del paso solo. Pero es verdad que durante el año vamos hablando. No necesariamente de mi salud mental, pero sí hablando con la chica que me ayudó para ver que todo está correcto. Y si en algún momento lo necesito, siempre estará allí.

@chemilinqui

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