Escribo este artículo, que realmente no es tal, sino una simple reflexión en negro sobre blanco, volviendo de Elda. En la localidad alicantina quiso la fortuna del calendario que el Sporting se jugase volver a disputar una promoción de ascenso a Primera. Seis años llevaba sin lograrlo; seis años que habían sumido a todo el mundo en una depresión de la que no se atisbaba fin. Pero ese fin llegó en el Nuevo Pepico Amat.
No se dependía de uno mismo y eso siempre es un hándicap. Mas había el convencimiento de que si se ganaba en Elda se entraría en el play-off porque bien Oviedo o bien Racing fallarían. Ambos lo hicieron. Nada más que fe en que eso pasaría, pero como dice el himno ‘tu de nunca decaiga, no debes desmayar’.
Y esa fe se convirtió en realidad para los, más o menos, 1000 aficionados rojiblancos que se cruzaron en mayor o menor medida el país. Su equipo ganó, se metió y celebró que tras un largo túnel de oscuridad y penuria vuelve a estar ahí, diciéndole al fútbol español que el Real Sporting de Gijón quiere recuperar su sitio.
Eso puede que no llegue este año. Aunque el cuadro rojiblanco haya entrado con un chute de adrenalina enorme, sigue siendo sobre el papel el rival con menos potencial. Pero si si han conseguido Miguel Ángel Ramírez y su panda de jugadores locos y esquizofrénicos es que, aún con sus múltiples carencias, la gente tenga esperanza. Y si hay esperanza hoy, la habrá en el futuro.
Por eso, toca seguir pensando en que nos va a salir bien el play-off. Pero la realidad es que la ilusión ha vuelto a Gijón y al Sporting. Incluso a pesar de que muchos se han empeñado desde ciertos sectores antaño muy influyentes, porque por suerte hoy lo sin mucho menos, que eso no fuese así. Y solo por eso, todo ya ha salido bien. Nos vemos en el play-off, sportinguistas.
P.D. – Miguel Ángel, quédate.