Franco Colapinto rompió una racha de 23 años sin un argentino en Fórmula 1. Debutó el año pasado en Monza con el equipo Williams e hizo historia en el automovilismo argentino. Este año, vive su segunda etapa en el Gran Circo pilotando para el equipo Alpine, bajo el mando de Flavio Briatore. Todo suena muy bonito y parece muy sencillo relatado en un par de líneas pero el camino ha sido espinoso y ha estado lleno de baches. Llegar en solitario a Europa con 14 años, alejado de su familia y sin amigos en el día a día son circunstancias que el aficionado medio desconoce y que Colapinto ha relatado en el podcast oficial de la Fórmula 1 ‘Beyond the Grid’.
En la charla grabada hace unos días en Bakú, el piloto se abre en canal y desvela la crueldad y dureza presente en su camino a lo más alto. ¿Cómo logra un chico de Pilar, cerca de Buenos Aires, alcanzar el sueño de la Fórmula 1? Así arranca la conversación, de unos 50 minutos. El argentino tiene que detenerse a recordar: «Es un camino muy muy largo (se para a pensar), con muchas subidas y bajadas, como siempre en el motorsport. Pienso en el camino y recuerdo que he pasado por millones de momentos, veces en las que piensas que no puedes hacerlo y luego de repente se acerca. Cuando era pequeño, la Fórmula 1 no era tan seguida en Argentina, siempre ha habido tradición pero más de rallys, TC, Dakar…».
Su deseo de llegar al Gran Circo siempre estuvo ahí pero se intensificó cuando empezó a ganar carreras de pequeñito: «Ganaba campeonatos en Argentina pero veía muy lejos, en Europa, el karting y la Fórmula 1. Lo veía muy difícil». Siendo todavía un crío, dio un paso definitivo y arriesgado que marcó su vida. Dejó su patria para probar suerte en Europa: «Cuando tenía 13 años me mudé a Europa e hice algunas carreras en Italia junto a mi padre». En aquella Winter Cup impresionó con un segundo puesto que captó la mirada de equipos que lo subieron a su coche, allá por 2016, en carreras en Estados Unidos. Pero su destino estaba en Europa: «Mi familia no podía pagarlo porque costaba mucho dinero, por eso tuve que buscar ayuda pero salió bien por suerte». Como suele ocurrir en este mundillo.
Noches en una fábrica
La llegada a Europa, tan joven y en solitario, marcó su vida: «Fue muy complicado, el equipo CRG me llamó pero no me podía permitir un apartamento y me dejaron un sitio en la fábrica, un apartamento donde había mecánicos». Con ellos pasó la mayor parte del tiempo en aquella etapa de su vida. No había nadie más. «Mis padres estaban en Argentina en aquel momento y yo me ponía nostálgico muchas veces. Echas mucho de menos tu hogar, sobre todo cuando las cosas no van bien, los fines de semana iba solo al centro comercial, me cocinaba solo… no tenía amigos porque vivía en una zona así como industrial donde solo había un gimnasio».
¿Y quién cuidaba de ti?, se le pregunta. «No, no, nadie, en aquel momento nadie, estaba yo solo. Pasaba tiempos con los mecánicos. Me acuerdo una vez que tuve que enseñar el pasaporte y una trabajadora de seguridad me dijo que no podía estar ahí, que debía estar en el colegio, hizo un poco de madre. Yo le dije que estaba haciendo lo que quería, porque estaba yendo a una carrera en Inglaterra». Colapinto no olvida ciertos momentos que marcaron su juventud.
«Mi padre vino a verme a la primera carrera en Italia, la siguiente vez que vi a mis padres fue a final de temporada, cuando volví a Argentina para terminar el colegio. Se sentía extraño…». Los sacrificios siempre han estado ahí y han sido parte de su vida para cumplir su sueño de llegar a la Fórmula 1. «Me he perdido muchas cosas que hace la gente normal a esa edad, cuando volví a Argentina ya no se sentía todo igual», reconoce. Pese a todo, ha valido la pena solo por el hecho de hacer sentir orgulloso a un país entero, como ocurre cada vez que se sube a un coche de carreras.