Éder Militão ha vuelto a rugir. Y lo ha hecho con la fuerza de quien se ha levantado dos veces del infierno. El brasileño, que sufrió dos roturas de ligamento cruzado en menos de dos años, ha regresado convertido en una máquina competitiva que lidera la defensa del Real Madrid con una autoridad incontestable. En el Clásico, ante el Barcelona, firmó una actuación majestuosa. En la victoria 2-1 de los blancos, asistió de cabeza a Jude Bellingham para el segundo gol y se mostró impenetrable atrás. Cada balón dividido fue suyo. Cada anticipación, un mensaje de poder. Ha vuelto a ser ese central que mezcla fiereza, lectura y elegancia, pero ahora con el valor añadido de quien conoce el sufrimiento y no quiere perder el regalo de volver a jugar.
Militão y sus viajes por el infierno
Militão conoce como pocos el precio del sacrificio. El 12 de agosto de 2023, en la primera Jornada de Liga, Éder se rompió el ligamento cruzado anterior de la rodilla izquierda en San Mamés. Una primera lesión muy dolorosa, de la cual le costó volver. 232 días después, el 31 de marzo de 2024, las campanadas de su regreso cantaron. Curiosamente, como un azar del destino, ‘redebutó’ contra el Athletic. Disputó el último tramo de la temporada, sumó cinco titularidades, levantó su segunda Champions en Wembley y después jugó la Copa América con Brasil.
Todo parecía estar bien. Que las cosas habían vuelto a estar en su lugar. No obstante, cuando por fin había sonreído de nuevo… ‘crac’ de nuevo. El 9 de noviembre de 2024, frente a Osasuna, su rodilla derecha dijo basta otra vez. Ésta vez, a la rotura de cruzado anterior se le sumó una afectación en ambos meniscos. Volvió a pasar un calvario. Un infierno. En apenas 455 días, Éder pasó por dos lesiones de ligamento cruzado. Lo nunca visto. Temía que la historia no tuviera final feliz. Pero ‘Mili’ nunca bajó los brazos.
Pensó en colgar las botas
Durante su recuperación, el zaguero vivió momentos de oscuridad. Hasta tal punto que se planteó si merecía la pena seguir jugando al fútbol. «Pensé en dejar el fútbol porque no es fácil«, reconoció en su regreso con la selección brasileña en octubre. «Con mi segunda lesión me pasaron muchas cosas por la cabeza, pero con la ayuda de mi esposa, mi hija y mis compañeros, hoy estoy aquí, disfrutando del fútbol otra vez«, relató.
Pero su regreso fue triunfal. Su reaparición se produjo 242 días después: el 9 de julio de 2025, en el Mundial de Clubes. En la derrota 4-0 contra el Paris Saint-Germain, Militão disputó poco más de 25 minutos. Pero fueron suficientes para dejar claro que su espíritu competidor seguía intacto. Fue uno de los mejores sobre el campo, una demostración de carácter y ambición. Venía pisando fuerte.
Una pretemporada de redención
En pretemporada, firmó su redención. Confirmó que la bestia seguía viva. Ante el Leganés, en un amistoso a puerta cerrada, sorprendió con un gol desde su propio campo. Días después, en Innsbruck frente al WSG Tirol, volvió a marcar. «Me siento muy bien, estoy haciendo lo que me gusta y siempre con el objetivo de ayudar al equipo», dijo tras aquel 0-4. Y poco a poco, Xabi Alonso le devolvió su sitio.
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— Éder Militão (@edermilitao) August 8, 2025
En el arranque liguero, frente a Osasuna, el destino quiso que su regreso al Santiago Bernabéu fuera contra el mismo rival que le había visto romperse la rodilla. Otra vez. Esta vez no hubo lágrimas, sino una sonrisa. ‘Mili’ completó la totalidad del encuentro junto a Dean Huijsen. 90 minutos impolutos, Thibaut Courtois tuviera que intervenir ni una sola vez. Frente al Mallorca repitió solidez, confirmando que estaba preparado para recuperar su trono. Y contra el Espanyol, marcó un golazo desde fuera del área. Es oficial: Éder vuelve a ser Militão.
«Un milagro», con la vista puesta en el Mundial
Desde entonces, su presencia ha elevado el nivel de la zaga. Contra la Juventus, formó pareja con Raúl Asencio y volvió a ser un muro. Inteligente en el posicionamiento, agresivo en la marca y sereno en la salida de balón. En el Derbi, aunque salió lesionado al descanso, volvió a ser de lo poco salvable del partido. Y en el Clásico, su última gran prueba de fuego, cumplió con creces. Verle de nuevo es «un milargo», deslizan desde Valdebebas. Pero en realidad, nada tiene de milagroso: es el resultado de una determinación que roza lo sobrehumano. El brasileño resurgió del dolor, del aislamiento y de la frustración, y hoy es el emblema de la resiliencia.
Su ambición ahora tiene un nuevo horizonte: mantenerse sano y soñar con disputar el próximo Mundial bajo las órdenes de Carlo Ancelotti con Brasil. Pero sin precipitarse. Militão sabe mejor que nadie que el cuerpo hay que escucharlo. Por eso en Valdebebas, y también en la canarinha, tocan madera para que las lesiones no vuelvan.
