Primer cara a cara entre Milan e Inter que seguro esperaban obtener mejor premio, aunque tampoco pueden irse descontentos. En su compartida aspiración por hacerse con la Serie A, ‘rossoneros’ y ‘neroazzurros’ -repartiéndose cada tiempo- se centraron tanto en neutralizarse y ser mejores que el otro que al final acabaron por repartir tablas (0-0). El tiempo dirá a quién le benefició más.
Mano a mano
Una vez volver de sus distintos compromisos en Europa, los equipos milaneses debían cambar chip una vez sumergidos en su verdadera realidad. Sobre todo el Milan, que casi tiene un pie fuera de la Champions League y necesitaba recobrar sensaciones. No tardó nada en demostrarlo, por más que el Inter (que augura un positivo futuro devenir continental) haya inquietado de inicio. La verticalidad con la que jugaba el campeón hacía destrozos al equipo de Pioli, incapaz de hallar serenidad entre tanto lío. Sin duda alguna, el que peor lo pasó fue un Kessié tan asfixiado que acabó por atorándose con balón y cometiendo penalti en su intento por rehacerse. Y para encender los humos, Calhanoglu no perdonó ante su ex-club y celebró por todo lo alto el gol (11′).
Fue a partir de entonces cuando el Milan despertó y empezó a carburar como bien sabe hacerlo. La fuerza con la que crecía su rival era demasiado para el Inter, tanto que De Vrij acabó desviando un cabezazo de Tomori que firmaba el empate (17′). Los ‘rossoneros’ se agigantaron tras ello. Tomori se hizo imponente atrás, Leao empezó a fantasear y Tonali dominó el mediocampo. Crece a pasos agigantados la promesa italiana, omnipresente, laborioso y trascendental en cada intervención. No obstante, los ‘neroazzurros’ tendrían otra pena máxima a favor. Lautaro se hizo cargo, pero Tatarusanu se acabó erigiendo con otra parada clave. Esa chispa reactivó a los de Inzaghi, que cerca de la pausa, por poco tanto Barella como Lautaro pudieron desequilibrar la paridad a su favor.
Sin suficiente ferocidad
Con esas últimas sensaciones de superioridad, el Inter se dedicó a devolver gentilezas a su clásico enemigo en toda la segunda parte. Apenas unos minutos bastaron para que Lautaro, en una zancada relampagueante, y Calhanoglu, de volea, tuvieran de cerca el tanto. Esta vez, su performance ya no era aplastante en transición, sino también desde lo posicional en todo sentido. Sin el esférico, con las vías cerradas, sus hombres referenciados y anticipados en todo momento, el subcampeón el Milan sufría trágicamente. Dzeko, en esas, hacía sangría en todo tres cuartos de campo con sus desmarques cortos. Imparable el bosnio dirigiendo la ofensiva interista, mas no podía hacerlo todo.
Mientras su equipo se revolvía y gustaba en su táctica, faltaba la mordiente final que dejaba a los hoy locales con vida. Ni Perisic ni Vidal, al que Kalulu negó una doble chance, aprovecharon sus ocasiones y el Milan, de la mano de Bennacer, ganó muchos metros de a pocos. Jugando más cerca de Handanovic, Zlatan reapareció en escena. Tuvo el sueco varias chances de complicar a su ex-equipo, mas no estuvo fino en cada una de sus definiciones. Ese bálsamo sirvió al Milan para encimarse y tratar de hacerse con el triunfo, y que casi consigue de no ser porque Saelemaekers mandó la pelota al palo. Alivio para un Inter que pudo obtener oro y al final irse sin nada. Como fuese, firmar el pacto no estuvo ni tan mal.
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