El peligro del descenso acechaba a ambos conjuntos antes de que el balón echara a rodar en Pasarón. Y poco cambiaron las cosas cuando finalizó. Empezaba la Gimnástica avisando y dejando con el miedo en el cuerpo a los granates. Kike se plantaba delante de Edu, pero entre él y Adrián León consiguieron mandar el peligro a córner. Los de Abraham García cocinaban a fuego lento las jugadas, tocando con relativa paciencia y negándoles a los granates algo importante para ellos, la posesión.
Cuando los locales recuperaban el esférico, poco tiempo duraba en sus pies. Las imprecisiones y las prisas por llegar a la portería rival les hacían precipitarse y cometer errores en el pase, abusando de los balones en largo que la defensa segoviana recuperaba con facilidad.
Dominaban los visitantes, probando de nuevo la seguridad de Edu. Los jugadores de Luisito daban por momentos muestra de ansiedad, lo que hacía más complicado que desplegaran un juego de toque y dejaran de recurrir a los pases en largo. Apenas había transcurrido media hora de juego cuando el técnico granate decidía realizar el primer cambio, a ver si su equipo cambiaba de dinámica.
Y en un principio parecía que hacía efecto. Mouriño chutaba a puerta y Pablo mandaba su disparo a córner. Era la primera llegada peligrosa del Pontevedra, que hacía el amago de despertar y de empezar a jugar. Pero era un espejismo, ya que poco después la Gimnástica volvía a la carga con tres ocasiones que salvó Edu.
El tiempo de descanso cambiaba la dinámica del partido. Luisito introducía otro cambio, y sus jugadores golpeaban primero con una doble ocasión muy clara que sacaba la defensa en la línea de gol. El partido entraba en otra fase en el que ninguno de los dos equipos jugaba a nada, hasta que los segovianos despertaban después de rozar el gol, pero el balón se topaba con el palo izquierdo de la meta de Edu, que se acabaría convirtiendo en el hombre más importante de su equipo con sus intervenciones.
Seguían los visitantes asolando el área del Pontevedra aunque sin generar gran peligro, mientras que sus rivales estaban replegados en su campo, defendiendo el fuerte. El partido alternaba fases de oportunidades de ambos equipos con otras en la que ninguno daba pie con bola. En una de esas en las que los ataques y defensas se alternaban en un abrir y cerrar de ojos, Añón conseguía batir a Pablo, pero su gol fue anulado por falta previa.
A partir de ese momento, el partido perdió la poca sustancia que tenía. Se dejó de jugar al fútbol para evitar perder el punto que ambos equipos tenían asegurado. Punto que, a final de cuentas, les sirve a los dos para seguir sumando, pero no para alejarlos de la zona peligrosa de la tabla.