El Atlético de Madrid venía de la agradable resaca de pasar en los octavos de la Champions League y encontró en el siempre complicado Vallecas un guion de partido muy similar al vivido en Old Trafford: un partido en el que no suceden excesivas cosas pero que en un chispazo, el otro día de Lodi, hoy de Koke, se decanta el partido en favor de los rojiblancos.
El partido no ha tenido excesivas delicias en lo que a la práctica del balompié se refiere: la primera parte se podría decir que ha sido, como poco, insulsa. Ese típico partido del lunes que, por falta de entretenimiento, acabas viendo pero en el que no sucede nada, pero esto es el Atlético de Madrid, queridos. Aquí siempre pasa algo, a veces bueno y a veces malo para los intereses de Diego Pablo Simeone: una simple pared entre Joao Félix y Koke acabaría con el madrileño batiendo la portería del conjunto vallecano.
A partir del gol, y de una expulsión de Correa provocada por lanzar improperios al árbitro, todo ha sido un monótono dominio de los de Iraola y ahí es donde ha aparecido una de las figuras más reconocibles del Atlético, pero que más se echaba de menos: Jan Oblak. El esloveno apareció en una de sus múltiples ‘padreadas’ a lo largo de los últimos años para demostras que padre sí hay más que uno. Que todos los atléticos tenemos, como mínimo, dos.
Esta victoria deja al Atlético en la tercera posición con tres puntos de ventaja sobre el Barcelona, que mañana visita el Bernabéu, aunque es cierto que los de Xavi tienen dos partidos menos que los de Simeone.