Arabia Saudí y las sombras de la ética: Análisis de un cambio

Desde la llegada de Cristiano Ronaldo al Al-Nassr, el mercado saudí se ha abierto al mundo del futbol como una nueva alternativa que oculta el blanqueamiento de conductas irregulares y vulneraciones de derechos humanos

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Introducción: Aquello de antes

 

Desde pequeños, nuestros padres nos han contado historias de futbolistas de su época, con su carisma, su magia sobre el campo y sus excentricidades que, al fin y al cabo, los convertían en personas cercanas y no tan diferentes a ellos, a pesar de estar rodeados de cámaras. Aquellos futbolistas cambiaban de liga para mejorar su calidad y experimentar cosas nuevas, muchas veces de manera independiente al sueldo que allí iban a tener. Otros lo hacían por dinero, sí, pero valorando las necesidades que sus familias pudiesen tener en un futuro. 

Así, más allá de casos aislados, el futbol se mantenía puro y como lo que es, darle patadas a un balón lo mejor que se supiera hasta marcar gol. 

Este deporte, como nuestra sociedad, ha evolucionado. Y con él también el pensamiento y la perspectiva de los jugadores y de los aficionados. Pocos son los que ahora hablan con pasión de sus ídolos sin hacer referencia a sus sueldos, o al menos, sin radicalizar un deporte que al fin y al cabo, es un espectáculo. 

Vemos un panorama futbolístico automatizado y que de vez en cuando, deja ver su realidad a través de los hilos monetarios que lo mueven. Solo de vez en cuando, hay pasión. Muy de vez en cuando, no hay dinero de por medio y casi nunca, algo más grande que no entendemos no está encima de un fichaje, de un movimiento de mercado o de una acción publicitaria, incluso de los cambios de las normas del juego, como hemos comprobado recientemente con la FIFA.

Los niños siguen cambiando cromos, pero los adultos, de un momento a otro, han decidido qué cromos cambian, por cuanto dinero los comprarán y si realmente interesa que esos cromos estén en el mercado. Ahora son cromos sin más, no futbolistas, que cada vez que intentan expresarse se ven limitados bajo la capa de barniz de los medios convencionales y la radicalización. 

Todo ello, en el mismo mundo en el que nuestros padres hablaban emocionados de aquellos futbolistas, de Romário, Ronaldo Nazario, Roberto Baggio o Ladislao Kubala. Todo ello, ahora, desaparecido. 

Adam Díaz, 20 de junio de 2023

 

Arabia Saudí: Futbol desde el desierto (mediático)

El futbol, como en muchos otros países, es el deporte ‘rey’ en el país asiático. Desde 1956 cuentan con una Federación y trofeos nacionales, y sus equipos pueden presumir de tener una gran historia, siendo algunos los más ganadores de la AFC Champions League, el trofeo más importante del continente. 

Desde hace ya tiempo, su futbol se ha desarrollado bajo una base de talentosos jugadores que, por unos motivos u otros, no han dado el paso a Europa u otros continentes. La calidad de su selección nacional (número 54 en el ranquin FIFA) así lo demuestra, pues en diciembre de 2022 asombraron al globo bajo las órdenes de Hervé Renard en el Mundial disputado en el país vecino, Qatar, donde como bien todos sabrán, vencieron a la campeona Argentina (1-2) en fase de grupos con un buen juego y demostraron plantarle cara a todos sus rivales, aunque sin conseguir el hito de clasificarse a octavos de final.  

Como precedentes al último Mundial, estuvieron los de 1994, 1998, 2002, 2006 y 2018, aunque todos sin grandes actuaciones y sumando algún ridículo histórico (como el 5-0 ante la anfitriona Rusia, en 2018). Aun así, su constante participación en las citas mundialistas demuestra su clara mejora. 

Esta evolución en cuanto a calidad no es por arte de magia. Es verdad que los jugadores asiáticos, especialmente en el medio oriente, se dotan de un carácter guerrero y más competitivo que en otras regiones, pero ya entran en juego años de evolución, mejoras tácticas y técnicas y miles de millones de dólares invertidos en escuelas de formación e importación de talento desde occidente. 

De hecho, el fracaso en Rusia supuso un cambio de mentalidad en los altos cargos del país, que comenzaron a observar como el nivel del deporte en el país se convertía en un tema de debate entre sus ciudadanos, avergonzados de quedar expuestos. Así comenzó a gestarse uno de los mayores planes de inversión de la historia del futbol, que continúa hasta el día de hoy y que impacta en las grandes ligas como lo que muchos aficionados han nombrado “el fin del futbol moderno”. 

Su liga, la Abdul Latif Jameel League (o Liga Profesional Saudí), es la más competitiva del continente asiático y alberga equipos históricos como el Al-Hilal (el que más títulos ligueros ostenta), el Al-Nassr (ahora conocido por la incorporación de Cristiano Ronaldo), el Al-Ahly, el Al-Shabab o el Al-Itthiad (ahora equipo de la leyenda del Real Madrid, Karim Benzemá). 

“La liga de Arabia ya es la más dominante de la región en términos de popularidad”, explica Mohamed El-Gharbawy, periodista deportivo y fundador de Football Qatar. Antes, era conocida por sus magníficos futbolistas y la presencia de sus clubes en torneos regionales e internacionales, pero con los recientes cambios en sus inversiones, todo se ha multiplicado por diez. Ahora, incluso se considera como una oportunidad de futuro para los jugadores ‘MENA’ (de Oriente Medio y Norte de África), que antes marchaban a Europa por necesidad, y ahora podrían comenzar a valorar quedarse y probar suerte. 

La pureza del desierto saudí, que formaba jugadores legendarios y dotaban de carisma a sus competiciones forjándose una reputación propia, ahora experimenta un cambio de tendencia que se centra en la compra masiva de jugadores de élite. Todo, envuelto en un entramado de dinero, intereses y actuaciones éticas más que cuestionables, más allá de las ventajas que todo ello aporte al país. 

Manchar la pelota: El plan saudí y sus fisuras

El país de oriente medio ha sufrido cambios importantes en su estructura social en los últimos años, como la legalización de la conducción para las mujeres (abolida por primera vez en 2018), la posibilidad para estas de viajar a o, incluso, de terminar una carrera. Hechos que en nuestra sociedad entendemos como cotidianos, han comenzado a “comprenderse” en Arabia este mismo lustro. 

La élite conservadora del país, ahora en crisis por el envejecimiento de sus líderes, ha decidido adaptarse a la sociedad occidental bajo la coordinación del joven príncipe Mohammed Bin Salman, próximo heredero del trono y principal artífice del cambio. Bin Salman, hijo del rey Abdullah, de 91 años, recayó en la importancia de darse a conocer a Europa (y América, principalmente), como un país en evolución, con leyes y derechos actualizados y que apuesta por la igualdad. Su estrategia a largo plazo, nombrada “Visión 2030”, pretende incorporarse a las mayores potencias mundiales en cuanto a términos legislativos y económicos, algo que ya están consiguiendo. Aunque, por supuesto, no todo es oro lo que reluce

 

Dos conceptos chocan contra la moralidad de Bin Salman en este entramado de intereses: el Sportswashing (o blanqueamiento político a través del deporte) y el Soft Power (o poder blando). El primero hace referencia a la utilización del futbol para dejar atrás las vulneraciones a los derechos humanos llevadas a cabo por todos los dirigentes del país años atrás. La segunda concibe el engaño para mostrar un aspecto familiar, amable y empático de un gobierno que, apenas hace una década (e incluso actualmente), despreciaba los derechos de las mujeres, los colectivos LGTBIQA+ y ejecutaba activistas contrarios a su régimen. 

El asesinato de Jamal Khasoggi, periodista saudí de The Washington Post, en el consulado saudí de Estambul por agentes enviados por el príncipe M. Bin Salman, fue uno de los principales factores por los cuales Arabia Saudí cambió su estrategia. El hecho manchó las manos del heredero al trono y lo dejó en muy mala posición para negociar con cualquier potencia, se desencadenó una oleada de críticas masiva al país saudí y la planificación de relaciones públicas se fue a pique. 

El gobierno saudí también entró en jaque cuando desde la prensa internacional condenaron la encarcelación de las activistas Salma Al-Shebab (2020) por tuitear contra el gobierno, y de Loujain Alhathloul (2018), por manifestar su contrariedad a la prohibición de conducir de las mujeres. Todo ello conllevó a un cambio de mentalidad en los altos cargos para decidir el futuro del país, ahora en plena pseudo-reconstrucción progresista. 

Ahora bien, ¿qué tiene que ver todo esto con nuestro querido deporte?. El fútbol está integrado en la planificación “Visión 2030” como la joya de la corona de un proyecto forjado sobre sangre y dinero. Mohammed Bin Salman argumentó que el país necesitaba este cambio de enfoque en el fútbol para conseguir otro pilar económico importante aparte del petróleo. Los países veían a Arabia como una fuente ilimitada de oro negro del que sacar partido, pero la estrategia se plantea ahora de otra manera. El fútbol será ahora su segunda fuente más estable. 

El príncipe también añadió que la expansión de la práctica del deporte en el país ayudaría a reducir las tasas de obesidad, que se sitúan entre las más altas de todo el mundo entre la población. Estos dos objetivos serán los dos principales incentivos del proyecto.

El plan dirigido desde el gobierno no comenzó este enero con la incorporación de Cristiano Ronaldo al Al-Nassr, un movimiento que desató la “fiebre del petróleo” en Europa, y que poco a poco ha atraído a más estrellas de clase mundial. 

El inicio fue en noviembre de 2016, cuando se hizo público el proceso de compra de diversos clubes de la Liga Saudí. En ese momento, bajo el mandato más conservador de los líderes saudíes, el fútbol fue observado como una mala inversión y el proceso se puso en “stand by”.

Este junio de 2023, según Reuters, el PIF (Public Investment Found, o Fondo Público de Inversión) reactivó el proceso de compra, ya bajo los mandos de Bin Salman. Los cuatro clubes más populares de Arabia Saudí (Al-Nassr, Al-Hilal, Al-Itthiad y Al-Ahly) fueron adquiridos en un 75% (la mayoría del accionariado, es decir, tomando posesión de todas sus decisiones deportivas y económicas) y firmando, además, un contrato comercial de 20 años para convertirlos en “gigantes comerciales” (NY Times).

En un equivalente a España, como si el gobierno adquiriese parte del Real Madrid, el Barcelona, el Atlético de Madrid y la Real Sociedad y controlase todas sus decisiones utilizando los fondos públicos de inversión. El 25% restante de la propiedad de los clubes saudíes, irónicamente, son de ONGs que actúan en el país. 

El PIF es valorado como el sexto más poderoso del mundo, con un grosor de 620.000 millones de dólares en sus arcas, gracias a inversiones en Disney, Boeing o Uber, entre otros (La Media Inglesa). Los clubes controlados por la entidad pública también son esponsorizados y financiados por, efectivamente, entidades públicas (empresas de construcción y tecnología, principalmente). Solo el Al-Nassr ha conseguido romper el esquema y llegar a un acuerdo con Nike este mismo junio, todo gracias a la irrupción (también) de la figura de Cristiano Ronaldo en las negociaciones. 

La inversión también va derivada a escuelas de formación futbolística, como la MAHD Academy (abierta en 2020), parte del plan a largo plazo para 2030. Estas incluyen convenios con las mejores universidades y escuelas formativas del mundo, como Harvard University o la Real Madrid Academy. Según se indicó en la inauguración de la MAHD, se han asegurado de crear “un plan para fabricar campeones”. Como si de una cadena de ropa se tratara. 

Ahora vemos que la inversión tiene unos motivos y ciertos objetivos a largo plazo pero, ¿qué tipo de inversión se está haciendo y porqué nadie lo regula? 

Objetivos de Arabia Saudí y cambios en el fútbol mundial 

La compra del Newcastle United en 2022 dejó entrever la capacidad del PIF para transformar el panorama futbolístico con un simple movimiento. Convirtieron al undécimo de la Premier League en el club con más capacidad económica de la liga, e incluso en un año lo colocaron en posiciones de Champions League, por encima de equipos como el Liverpool FC o el Chelsea FC. 

Esto solo fue un precedente para darse cuenta de que la compra de los cuatro clubes más potentes de la Abdul Latif League provocaría un terremoto a nivel internacional de ofertas estratosféricas e irrechazables. Cristiano Ronaldo fue el primero en verlo llegar, y el resultado fue un salario anual de más de 200 millones de euros. Lionel Messi también tuvo la oportunidad de ganar 1.200 millones en dos años, aunque el factor de la sociedad saudí pesó entre la familia Messi. 

El principal incentivo para realizar este tipo de ofertas, de la misma manera que se ha hecho con N’Golo Kanté (estrella del Chelsea FC), Rubén Neves (estrella del Wolverhampton) o Roberto Firmino (estrella del Liverpool FC), y se tiene planeado hacer con jugadores de la talla de Paul Pogba (Juventus), Marco Verrati (PSG) o Hakim Ziyech (Chelsea FC), es la capacidad ilimitada de gastar dinero. 

Al contrario que en otras ligas, que deciden regular los términos económicos bajo condiciones que “protejan el fútbol” o Fair Play financiero (LaLiga EA Sports española, Ligue 1 francesa o Serie A italiana), la legislación en Arabia permite el gasto en exceso de dinero, puesto que los equipos son del gobierno, y sus inversiones son parte de un plan gubernamental de nacionalización. Pueden funcionar a pérdidas y no declararlas sin ningún tipo de problema. 

Los dirigentes del proyecto esperan obtener unos beneficios de 1.8 billones de reales (480 millones de dólares) anuales y potenciar la liga a un valor de 8 billones (2.1 billones de dólares). Todo con el gran reto de integrar su competición entre las diez más importantes del mundo (actualmente, oscilan entre la posición 50 y 60). 

La liga controla todos los traspasos que llegan al país y desde el mismo gobierno se elige a dedo en qué equipo recaeran los jugadores. También se ha llegado a rumorear que existe una lista de jugadores explícita que son del interés del PIF, o que podrían ser importantes para el proyecto. Este tipo de poder demuestra bien qué clase de agujero negro sin límites se está generando en Arabia Saudí, con capacidad para absorber todo el panorama del futbol global. Una nueva fuerza con la que no se puede competir, ni siquiera Qatar, el país que pagó miles de millones de dólares para albergar un Mundial e impregnó el nombre de la FIFA con una mancha de sangre imborrable. 

Qatar es un caso similar al de Arabia Saudí, y aunque inició su plan “Visión 2030” mucho antes (2008), la gran diferencia ha sido su postura global, que se mantiene conservadora y al margen de regular ciertas leyes que vulneran los derechos humanos. Su potencial sería similar, pero el Mundial de 2022 dejó demasiada huella como para iniciar una campaña similar a la de su país vecino. 

Además de su poder individual, el país saudí cuenta con el apoyo de la FIFA gracias a la implementación de “programas de desarrollo para mujeres” y de las escuelas de formación anteriormente mencionadas. La creación de una Liga Femenina (FWL, 2020), una novedad sin precedentes que también abrió el camino de Arabia para tener luz verde en la mayoría de sus movimientos. 

Dentro del país, sin embargo, hay posturas divididas sobre la realización de este proyecto a gran escala. El presidente del Al-Shabab, otro de los equipos históricos del país, afirmó que “están enterrando el mito de los cuatro equipos históricos con sus propias manos” y que se ha abierto una brecha que se está haciendo demasiado grande. “Soy un Sedán contra Ferraris y Lamborghinis, ¿si no los gano ya soy malo? No es lógico”. El presupuesto de su club, antes uno de los más amplios, ahora se queda pequeño en comparación con el sueldo de Ronaldo. 

Otros equipos de la Liga Saudí están cambiando el modelo de negocio hasta ahora establecido, buscando nuevos patrocinadores o atrayendo al talento de diferentes maneras. El Al-Ettifaq, fuera de ese cómputo de equipos nacionales, firmó a la leyenda del Liverpool, Steven Gerrard, como entrenador, y parece que ahora intenta atraer a jugadores como Jordan Henderson, capitán del mismo Liverpool FC y campeón de la Champions League. 

La desproporción con otros continentes es ya absoluta. África no puede competir, Europa se desangra y América funciona bajo ciertas limitaciones que no permiten hacer desembolsos tan exagerados (si no, seguramente seguirán el modelo saudí). 

Un nuevo órden: El deporte en guerra

Así pues, Arabia Saudí está protegida por sus propias reglas, por el poder de su petróleo (un arma decisiva en las negociaciones con otros países) y por un blanqueamiento de su propio panorama y de sus enfrentamientos internacionales por culpa de sus crímenes y especulaciones. 

El fútbol se está convirtiendo en su estandarte, un foco más grande que el petróleo que, sin embargo, sigue fluyendo entre barriles que viajan a Latinoamérica, Europa y América, y mueve millones de dólares diarios. También han irrumpido en otros deportes como el pádel, el golf o el boxeo con las mismas estrategias: creando competiciones que tripliquen los sueldos de los jugadores e importando talento de otros países para visibilizarse con su nuevo producto. 

Con el golf también vimos cómo cambiaron el panorama obligando a la máxima competición del deporte, la PGA, a juntarse con la competición de nueva creación, LIV Golf, que comenzó a llevarse con contratos millonarios a todos los golfistas que jugaban en la máxima categoría americana. 

Las últimas noticias que han salido a la luz desvelan que varios clubes en la Liga Saudí podrían ser multados sin poder fichar durante este mercado por incumplimientos en los pagos a jugadores. Es el caso del Al-Nassr y Ahmed Musa, que llegó desde el Leicester por una cantidad de dinero que aún no se ha pagado al completo. 

Como podemos ver, esta realidad está llena de irregularidades y, a pesar de ser la gran apuesta del gobierno de Arabia Saudí para amenizar sus políticas conservadoras y no éticas, se siguen (y se seguirán) destapando incoherencias que dejan al país del Medio Oriente entre la espada y la pared. Aunque esta permisividad no ha nacido de la nada, y en Europa se tejen hilos en los altos cargos de equipos y organizaciones que hacen la vista gorda ante estas situaciones. 

Europa: Ojos que no ven 

El Chelsea FC fue adquirido el año pasado por Clearlake Capital, un fondo de inversión dirigido por el empresario americano Todd Boehly, por más de 5.000 millones de euros. Boehly, curiosamente, admitió no saber absolutamente nada de futbol, pero en declaraciones posteriores habló del Chelsea como una oportunidad de negocio que podría expandirse como franquicia en pocos años, igual que lo ha hecho el Manchester City, con City Football Group, o el Grupo Red Bull, con sus equipos repartidos por varios países. 

Los Blues gastaron un total de 1000 millones de euros este año tras incorporar a 17 jugadores, algunos por más de 100 millones de euros, otros por más de 80. Su no clasificación a Champions League ha dejado al club en una situación extrema, con más una plantilla de 32 jugadores y con la comisión de Fair Play (FFP) de la Premier League pisándoles los talones. Aun así, un viejo conocido ha entrado en juego en Europa.

Según ‘90 Min’, Clearlake Capital tiene “una muy buena relación con el PIF” gracias a diferentes inversiones conjuntas, algunas de ellas en cadenas de hoteles (The Athletic). Esto se puede vincular a la milagrosa recuperación económica del club, que ha vendido en menos de un mes a cuatro jugadores (Kalidou Koulibaly, N’Golo Kanté, Hakim Ziyech y Edouard Mendy) por cantidades razonables. Es por eso que varios clubes de la Premier League han emitido una queja formal para estudiar el caso y las posibles consecuencias de esta financiación encubierta. 

El club londinense solo es un caso de los que están por llegar. Muchos clubes, propiedades de mandatarios u organizaciones que han invertido en el deporte solo por interés, ahora tienen la oportunidad de gastar sin límite, imitando el modelo del Chelsea FC y nutriéndose de las ayudas que Arabia Saudí proporciona para forjar amistades en terreno europeo. El mejor ejemplo de ello es el Paris Saint-Germain, adquirido por Qatar Investments en 2012, que ahora ha fortalecido su relación con la FIFA y la UEFA hasta el punto que su presidente, Nasser Al-Khelaïfi, es miembro del Comité Ejecutivo de la FIFA. 

De esta manera, Europa está dispuesta a dejar pasar ciertas actuaciones que inflen aún más la burbuja económica del futbol con tal de ver como el dinero sigue fluyendo y las estrellas se mueven de equipo en equipo hasta que, en un punto de su carrera, deciden simplemente ganar más de lo necesario y apartarse de los focos, es decir, irse a Arabia Saudí por precios módicamente aceptables con los que nadie pierda dinero en el trámite. 

Esto depara un futuro incierto sobre el futbol, y si bien aumenta la competitividad del continente asiático, también mancha su reputación y no deja espacio para el supuesto crecimiento que los jóvenes locales deberían tener. Está por ver si las academias, las formaciones y la promulgación del talento nacional son compatibles con la importación masiva de estrellas que opaquen el desarrollo de los saudíes que realmente buscan oportunidades en la Abdul Latif League. Hasta entonces, solo podemos elaborar una larga lista de jugadores que, en un plazo de uno a cinco años, se unirán al país de los lujos, los sueldos idealizados y el blanqueamiento de actuaciones irregulares (de la misma forma que hacen Qatar, Emiratos Árabes Unidos o Rusia). 

Algunos de estos jugadores son: Alex Telles (Manchester United), Paul Pogba (Juventus FC), Fabinho (capitán del Liverpool FC), Wilfred Zaha (estrella del Crystal Palace), Ciro Immobile (estrella de la Lazio), Jordan Henderson (leyenda del Liverpool FC), Divock Origi (AC Milan), Karim Rekik (Sevilla FC), Gianluigi Buffon (leyenda de Italia), Thomas Partey (Arsenal FC), Marco Verrati (estrella del PSG), Franck Kessié (FC Barcelona) o Luka Modric (estrella del Real Madrid). 

Hasta entonces, queda esperar y ver como todo, simplemente, cambia.

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