El Camp Nou volvió a escuchar el himno de la Champions y, con él, el Barça recuperó ante el Eintracht algo más que fútbol: recuperó orgullo. La noche arrancó con tensión, dudas y un Eintracht atrevido, capaz de golpear primero. Pero el regreso de la competición europea al templo azulgrana terminó teñido de remontada y doble héroe inesperado: Jules Koundé.
Koundé, el héroe inesperado del Barça ante el Eintracht
Aunque el arranque no fue amable. A los siete minutos, Knauff silenció al estadio con un tiro cruzado que se coló pegado al palo. El Eintracht golpeó al Barça con la simpleza de quien entiende que el rival tiene vértigo y que defectos bien detectados pueden doler más que un planteamiento brillante. El Barcelona dominaba el balón, sí, pero no imponía respeto. La posesión era tibia, sin amenaza vertical, y el gol alemán lo dejó aún más evidente.
Lewandowski había avisado antes, aunque en posición adelantada. Pedri, tímido en los primeros tramos, pedía calma con la pelota, pero la circulación azulgrana era lenta, demasiado horizontal. El público se impacientó antes del descanso. Hubo aplausos, sí, pero también suspiros y miradas de incredulidad. La Champions no perdona las noches planas, y la del Barça amenazaba con serlo.
El descanso llegó como salvavidas para Flick. El técnico alemán entendió que el partido pedía ruptura, aceleración y desborde, y movió ficha: se marchó Fermín y entró Rashford. El inglés no solo cambió el ritmo: cambió la confianza del equipo. Barcelona se volvió más agresivo sin perder control. Las conducciones fueron más profundas, y la presión tras pérdida, mucho más intensa.
El empate llegó cuando el Camp Nou había empezado a aceptar el sufrimiento como compañero. Rashford envió un centro medido y Koundé, imponente, remató de cabeza para el 1-1. El alivio no se celebró como un simple gol, sino como liberación colectiva. Koundé, tantas veces cuestionado como lateral y tan poco esperado como goleador, se transformó en estandarte.
El doblete lo cambió todo
El impacto emocional fue inmediato y el Barça dejó de especular. Lamine Yamal apareció con más decisión, Raphinha asumió diagonales y los interiores ganaron metros. El Eintracht retrocedió varios pasos, desencajado por la intensidad azulgrana. El segundo gol fue casi calcado, aunque mejor ejecutado. Lamine levantó la cabeza, centró con precisión quirúrgica y Koundé, otra vez, saltó más alto que todos. Cabezazo limpio, potente, 2-1 y remontada firmada.
El Camp Nou pasó de la inquietud al rugido en este Barça-Eintracht. No fue solo un cambio de marcador, sino de personalidad. El equipo se reconoció a sí mismo. Flick no se detuvo ahí: entraron Ferran, De Jong y Dahoud. La circulación se estabilizó y el rival comenzó a perder aire. Los alemanes lo intentaron en acciones aisladas, pero el partido ya tenía dueño.
Koundé no solo sostuvo defensivamente, sino que lideró emocionalmente. Cada balón dividido fue suyo. Cada salto, cada cruce, cada gesto tras el doblete sirvió para generar contagio positivo. En un equipo donde a veces falta un nombre que cargue con la responsabilidad, el francés lo hizo.
Lamine, velocidad y desborde
Lamine también dejó huella. Sin marcar, pero desbordando, cansando laterales, provocando faltas y ofreciendo la sensación de que cada control suyo tenía destino. La banda derecha se transformó en la autopista que Flick necesitaba para ganar metros y confianza.
El tramo final mostró a un Barça más maduro que en otras noches. Sin desordenarse, sin precipitación, mantuvo el ritmo cuando tocaba y lo bajó cuando convenía. No hubo zozobra, no hubo caos. El 2-1 se defendió con criterio, algo que no siempre acompaña a este equipo.
En el último tercio del partido, Flick retiró a Lamine Yamal y Balde para dar entrada a Roony y Christensen, buscando piernas frescas y rigor defensivo. Toppmöller, consciente de que la noche se le escapaba, respondió con Bahoya y Uzun. El técnico alemán lo intentó todo, incluso alterando su estructura ofensiva, pero el desgaste emocional ya era suyo.
El Barça, pese al empuje del Eintracht, no perdió el control. Circulaciones largas, pausa bien entendida y un dominio que contrastó con la apatía del primer acto. La posesión ya no era tibia: era herramienta de supervivencia. Incluso cuando los visitantes encontraron espacios, Joan García respondió con serenidad; primero frenó a Uzun, luego blocó sin rebote el disparo de Kristensen desde la frontal. La amenaza existió, pero no llegó a desestabilizar.
1-1 Kounde, 50′
2-1 Kounde, 53′ pic.twitter.com/ln0Yu257CP— FC Barcelona (@FCBarcelona_es) December 9, 2025
Cuando el árbitro señaló el final, el Camp Nou más bien con gran alivio. Era un triunfo que pesaba doble. Primero la tabla y por la moral. La Champions regresó al templo azulgrana con sufrimiento, pero también con carácter. Koundé firmó una noche que no estaba escrita para él, pero que terminó siendo suya.
El doblete del francés para remontar al Eintracht permite a los de Hansi Flick seguir manteniendo vivo el objetivo del top-8 en Champions. Los azulgranas, tras este triunfo, se ponen 14º con 10 puntos, de forma provisional.