PSG, un equipo de FIFA

Los franceses no se consolidan por un planteamiento deficiente

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Cuando uno busca hacerse un equipo competitivo, uno que pueda competir contra cualquiera de la élite, siempre piensa en que fichar a los mejores es la solución más factible. Generalmente, tener a los más grandes es una manera de conseguir el cetro del mundo de una manera sencilla. Generalmente.

Sin embargo, si pensamos en los equipos que más victorias han conseguido, nos encontramos con conjuntos que han fichado a estrellas, en efecto, pero también han mantenido a sus jugadores emblemáticos, han tenido consigo una forma de jugar bien planteada, y no un baile en el banquillo; una organización salarial, y no un desequilibrio abismal en sueldos que desmotiva a los componentes del bloque de jugadores. Si miramos el PSG, realmente no encontramos nada de esto.

Carencias en requisitos básicos

El PSG es un equipo típico de un videojuego, uno que se crea desde cero, a base de dinero ficticio, irreal, traído desde donde bien se haya podido obtener, y plantea una jerarquía de jugadores que varía año a año. Todos tenemos bien claro que el FC Barcelona tiene su estandarte, como también lo tiene el Atlético de Madrid o el Real Madrid. Los grandes clubes tienen su gran futbolista, y luego, al lado de estos, un par de profesionales de gran nivel, y un grupo bien nivelado, con relevos de primerísimo orden y sacrificados por la plantilla. Los grandes clubes tienen también un equilibrio en sueldos, ya que todos en la plantilla van aumentando sus salarios paulatinamente, así como también un referente claro, es decir, un entrenador que les guíe.

Pensemos en los equipos de mayor nivel en la historia del fútbol. Pensemos en aquel Milan de finales de los 80, entrenado por Sacchi; en aquel Barcelona del siglo XXI, entrenado por Guardiola; o incluso en aquella España de 2008, 2010 y 2012, entrenada por Aragonés y Del Bosque… Todos ellos van unidos a un entrenador o a un gestor de grupo que comprendió el nivel de la plantilla, que puso en regla todos los desniveles que esta podía tener. Este aspecto tampoco lo vemos en un PSG que ha relevado a sus técnicos como si de un simple cambio de cromos se tratase, casi como cuando rotamos en el modo multijugador de un videojuego. No les ha permitido implantar un proyecto y mostrar una manera de hacer fútbol a sus jugadores.

El desequilibrio se necesita para tener equilibrio

Y es que, sí, para que todo esté en equilibrio, a veces debe existir el desequilibrio. No hablamos, en este caso, de desequilibrio de juego, que ya se ha conseguido en Copa de Europa, sino de desequilibrio de plantilla. Desequilibrio en el sentido de tener una serie de jugadores que no sean de la máxima élite mundial, pero que sí puedan proporcionar a su equipo lo que necesita. No solo son necesarios los que acaparan portadas, crean ocasiones de gol por doquier o las finalizan con un póker en cada encuentro, sino que hay necesidad de alguien que maneje desde atrás, que muestre corazón, que un día llegó como un proyecto y se convirtió en élite máxima.

Ahora sí, es momento de pensar en Busquets, Casemiro, Koke, Kovacic o Lucas Vázquez, aquellos que llegaron desde la cantera o desde otros conjuntos y que han escalado posiciones, nivelando ese equipo. Este tipo de futbolistas no son parte de un PSG compuesto por promesas consagradas y por consagrar y un aluvión de estrellas que se deslumbran las unas a las otras.


La clave de un conjunto se basa en el equilibrio, en una fórmula en la que todo está en armonía. Un equipo que juega a ser el mejor, con jugadores que llegan como los mejores, que son considerados como tal, solo conduce a que terminemos viendo un once lleno de máquinas, probablemente sin corazón, jugando únicamente por exhibir su grandeza. Solo conduce a que nos encontremos con un once repleto de jugadores de FIFA, que si un entrenador (o un gamer) no controla adecuadamente, todo se desmorona.

Imagen: www.realmadrid.com.

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