Rodrygo empieza a dar forma a la famosa frase de que «los goles son como el ketchup». Este domingo, frente al Deportivo Alavés, el dorsal ’11’ del Real Madrid fue decisivo para mantener el puesto de Xabi Alonso. Apenas cuatro días después de marcar ante el Manchester City, el brasileño volvió a dejar su huella en Mendizorroza. En el minuto 76, tras una brillante jugada individual de Vinicius Júnior, el balón llegó a su compatriota en el área. Y Rodrygo no falló: liquidó la jugada y sentenció el encuentro (1-2). Un tanto especialmente festejado por Alonso: el tolosarra se jugaba más que tres puntos en Vitoria. Se jugaba su continuidad. Y el ’11’, que hace unos días estaba sumergido en los infiernos, está siendo su salvador. La redención está en marcha.
🚨🇪🇸 RODRYGO GIVES REAL MADRID THE LEAD! VINICIUS JR WITH THE ASSIST!
Alaves 1-2 Real Madrid.pic.twitter.com/x19Muv9uAv
— Tekkers Foot (@tekkersfoot) December 14, 2025
Rodrygo encuentra el camino
Contra el Manchester City, Rodrygo sacó la cabeza del agua. 1.415 minutos, 281 días y 32 partidos después, el brasileño volvía a encontrarse con el camino del gol. Ante un Santiago Bernabéu lleno a más no poder, el extremo derecho –aunque prefiere la banda zurda– marcó el único tanto de los madridistas. Abrió la lata en el minuto 28 de partido. En un pase de Jude Bellingham, el nativo de Osasco recibió el esférico en el balcón del área, encaró y finiquitó a Gianluigi Donnarumma. Cuando el balón entró dentro dentro de la portería citizen, las gradas madridistas exultaron: Rodrygo había renacido.
En primera instancia, el brasileño no celebró su tanto. Había pasado una eternidad desde su último gol. Se sentía en deuda con toda una afición, con todo un estadio. Sin embargo, Jude Bellingham y Antonio Rüdiger le animaron a que lo hiciera. Era necesario, casi vital. «Me hacía mucha falta. Intento siempre marcar, siempre ayudar, y la verdad es que no estaba en mi mejor momento. Son cosas que pasan en el fútbol. Tengo que seguir centrado y seguir entrenando. Fue lo que hice todo este tiempo sabiendo que no me estaban saliendo las cosas. Estoy triste por la derrota, pero espero que con este gol y esta actuación vuelva a mi mejor nivel y ayudar al equipo«, decía.
Más que un simple gol
Esta diana suponía mucho más que eso, ha sido el detonante. En Mendizorroza, Rodrygo volvió a golpear. Después de cosechar una buena primera parte, el ’11’ fue en búsqueda de la recompensa en la segunda. Y eso hizo. Después del gran destello individual de Vinicius, el de Osasco pudo firmar su segundo tanto consecutivo, el primero en Liga esta temporada. En el campeonato español, Rodrygo llevaba desde el 19 de enero –ante Las Palmas– sin enjaular. 329 días, casi un año entero. Pero como decían Cristiano Ronaldo y Ruud van Nistelrooy: «Los goles son como el ketchup«. A veces, aprietas y no sale nada. Hasta que de repente, todo sale.
Y esta vez, Rodrygo sí saboreó el tanto. Cuatro días antes, el ’11’ se mostraba contenido, casi tímido, como si no quisiera celebrar haber puesto fin a una pesadilla que lo perseguía desde hacía meses. Pero en Mendizorroza, el internacional brasileño se permitió soltarlo todo… y Xabi Alonso también. Porque, en realidad, aquel 1-2 de Rodrygo era mucho más que un simple gol: era el gol. Carlos Vicente había puesto las tablas en el marcador apenas unos minutos antes (68’), encendiendo las alarmas en el banquillo madridista. Sin embargo, el atacante merengue apareció a tiempo para apagar el incendio y, de paso, salvar al técnico tolosarra del despido. Literalmente. Sin ese tanto, el donostiarra probablemente habría recibido la carta de cese al término del partido. Eso sí, Rodrygo dio el susto. En el 82′ de partido, el brasileño se echó al suelo y pidió el cambio. Según el club, tenía molestias en el gemelo de la pierna izquierda. Se hará pruebas, pero a priori, «no es nada«.
El brasileño, con Xabi Alonso hasta el final
Rodrygo empieza a encontrar su hueco en el sistema de Xabi Alonso. Después de que el tolosarra no cuente mucho con él en sus primeros cinco meses en los banquillos del Santiago Bernabéu, el delantero sacó la cabeza del agua en un momento crucial. Mientras que su entrenador está seriamente cuestionado, el brasileño le está dando la vida a su técnico con sus goles. Aunque algunos aportaban que ambos mantenían una relación fría y distante, el ’11’ ya dejó claro después del City que estaba con Xabi: «Es un momento complicado. Como lo es para nosotros y lo es para él también. Las cosas no están saliendo y quería demostrar a la gente que estamos juntos con nuestro entrenador. Sé que siempre se dicen muchas cosas. Intentan crear muchas veces muchas cosas y solo quería decir eso, que estábamos juntos y que necesitamos esta unidad para seguir adelante y conquistar nuestro objetivo«, relató.
Contra el Deportivo Alavés volvió a dejar claro que estaba comprometido. El Real Madrid es el club de su vida, y siempre lo será, digan lo que digan. Quiere dar muchas más alegrías a la afición. Rodrygo está en una misión. El miércoles completó lo más difícil: derribar la puerta cuando nadie lo esperaba. En Mendizorroza mantuvo la inercia y dejó atrás su pesadilla. Está lanzado. Es el capitán sin brazalete que mantiene el barco de Xabi Alonso a flote.
«𝑬𝒔𝒕𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒄𝒐𝒏 𝒏𝒖𝒆𝒔𝒕𝒓𝒐 𝒆𝒏𝒕𝒓𝒆𝒏𝒂𝒅𝒐𝒓».
Rodrygo, con @rsierraplus.#UCL #LaCasaDelFútbol pic.twitter.com/AvcqaGaXw9— Fútbol en Movistar Plus+ (@MovistarFutbol) December 10, 2025
De los infiernos a la redención
Durante más de nueve meses, Rodrygo atravesó un silencio que no se medía solo en minutos sin marcar, sino en el peso invisible de las expectativas. En su mirada se adivinaba el esfuerzo de quien no deja de creer, incluso cuando el ruido exterior amenaza con quebrar la calma interior. Fueron meses de búsqueda, de ajustar cada detalle, de convivir con la frustración sin permitir que la duda se convirtiera en sombra.
Hoy, cuando su fútbol vuelve a desplegarse con la ligereza de antes –y la madurez de ahora–, el brasileño se descubre en una versión más serena, más consciente de su propio proceso. No se trata solo de goles o estadísticas; se trata de redención. De la reconciliación con uno mismo tras haber sentido el peso de no estar a la altura de lo que se espera, pero seguir ahí, insistiendo.
Rodrygo ha comprendido que la grandeza no se mide únicamente en noches de gloria, sino también en los días grises donde solo queda el trabajo silencioso. Y en ese camino, ha recuperado algo aún más valioso que el gol: la plenitud de sentirse de nuevo en sintonía con el balón, con la afición, con su propósito. Una conexión que, como todo lo que nace del alma, no tiene precio.
